Antígona (Los mejores clásicos) by Sófocles

Antígona (Los mejores clásicos) by Sófocles

autor:Sófocles [Sófocles]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788491051138
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2015-04-29T00:00:00+00:00


TIRESIAS

Por eso dirigiste bien el rumbo de esta ciudad.

CREONTE

Puedo atestiguar que he recibido de ti útil ayuda.

TIRESIAS

Percátate de que ahora andas en el filo de la fortuna.

CREONTE

¿Qué ocurre? ¡Cómo me espantan tus palabras!

TIRESIAS

Lo sabrás si escuchas los indicios de mi arte. Estando sentado en la antigua sede augural, donde como a puerto confluían aves de toda índole, oigo un clamor desconocido, piando los pájaros como estaban con una excitación funesta e imposible de interpretar. Dime cuenta de que se estaban desgarrando mutuamente con las garras cubiertas de sangre, pues el estruendo de su aleteo no era equívoco. Lleno de temor probé a hacer, acto seguido, un sacrificio con fuego sobre un ara cubierta totalmente de brasas. Pero de las víctimas no brotaba la llama de Hefesto, y la grasa de las ancas se derretía gota a gota sobre las ascuas, humeaba y salpicaba; la bilis se disipaba en el aire, y los muslos, chorreantes, iban quedando exentos de su envoltura de grasa. De que así se consumían los vaticinios de aquella ceremonia incierta me enteré por el muchacho, pues es para mí un guía como yo lo soy para los demás. Y esta pestilencia la padece la ciudad por tu determinación. En efecto, nuestros altares y nuestras aras han quedado, por obra de las aves y de los perros, repletos de los restos del hijo de Edipo, el infortunado muerto. Y, en consecuencia, los dioses ya no acogen ni las súplicas de nuestros sacrificios ni la llama de las ancas; ni emiten las aves piar inteligible por haber devorado la grasa sangrienta de un muerto en la refriega. Por tanto, hijo, medita esto. Común a todos los hombres es el equivocarse, pero una vez cometido el yerro, ya no es un imprudente ni un infortunado el hombre aquel que, al incidir en mal, lo remedia y no se muestra terco. La obstinación incurre en torpeza. ¡Ea!, pues, cede ante el difunto y no te ensañes en un cadáver. ¿Qué hazaña es volver a matar un muerto? Mirando por tu bien, te doy un buen consejo. Lo más agradable es recibir lecciones de quien habla con razón, si por añadidura dice cosas de provecho.



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