Roncos tambores by Fernando Martínez Laínez

Roncos tambores by Fernando Martínez Laínez

autor:Fernando Martínez Laínez [Martínez Laínez, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T00:00:00+00:00


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La Italia del Renacimiento, a la que llegó en 1496 tras fallecer su madre viuda, fue el ruedo donde el toro bravo que era García de Paredes hizo más estragos, pero para algunos historiadores su leyenda comienza en el asedio a la isla jónica de Cefalonia, que los turcos hablan arrebatado a los venecianos y estos recuperaron con ayuda española. Los jenízaros otomanos resistieron bravamente durante casi dos meses en la principal fortaleza de la isla, situada sobre un promontorio de difícil acceso, hasta que por fin los combatientes cristianos dieron el asalto final, en el que Paredes tuvo una actuación que asombró a amigos y enemigos por el estrago que causó en los turcos, después de que estos consiguieran capturarlo y mantenerlo preso durante tres días. Pero para desgracia de los defensores, el trujillano arrancó las cadenas y derribó la puerta de su calabozo, y arrebatando el arma a uno de los guardianes cargó como un rayo contra la guarnición de los jenízaros en el momento en que los españoles asaltaban la muralla. Fue a partir de entonces cuando unos y otros empezaron a llamarlo el «Sansón de Extremadura.»

Diego García se incorporó de nuevo a los ejércitos del papa a principios de 1501, y César Borgia le dio una coronelía en su ejército, donde se distinguió lo suficiente como para dejar su nombre en las crónicas: «un hombre de armas español […] varón de muy gran fortaleza y ánimo, al cual llamaban Diego García de Paredes […] arremetió como un león denodado con su espada y lanzóse en medio de las fuerzas de los enemigos dando voces [… ] haciendo cosas dignas de eterna memoria.»[14].

Y a esta guerra siguió otra cuando a finales de 1501 se incorpora a las banderas del Gran Capitán para expulsar a los franceses del reino de Nápoles, y ahí alcanzó su apogeo como soldado, sembrando el temor en las filas de los franceses, que no veían el modo de sujetar a un gigante que cuando combatía parecía una fuerza ciega de la naturaleza, como refieren las crónicas de sus coetáneos: «De Diego García de Paredes ni palabras bastan para lo contar, ni razones para lo dar a entender. Traía una grande alabarda, que partía por medio al francés que una vez alcanzaba, y todos le dejaban desembarazado el camino… A dos artilleros partió por medio Diego García hasta los dientes, de que el Marqués estaba espantado [… ] y comenzó a huir en uno de los cincuenta caballos que de Mantua había traído.»



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