El show de las marionetas (Serie Washington Poe 1) by M.W. Craven

El show de las marionetas (Serie Washington Poe 1) by M.W. Craven

autor:M.W. Craven
La lengua: spa
Format: epub
Tags: El show de las marionetas;Washington Poe;Tilly Bradshow;M.W. Craven;Gold Dagger;Best seller;asesino en serie;Adictiva;Thriller
ISBN: 9788418014147
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2019-12-12T10:41:23+00:00


33

Poe pensaba que el descubrimiento de la víctima en el interior del ataúd de Quentin Carmichael sería un atajo hacia la verdad. Se equivocaba. Independientemente de los obstáculos que se había encontrado, creía que el Hombre Inmolación le había dirigido hacia el cementerio de Kendal. Probablemente, no esperara que Poe llegase tan rápido, pero sí que lo encontrara.

Hasta aquella misma tarde, estaba convencido de que todo lo que habían descubierto había sido orquestado, pero, por muy listo que fuese el Hombre Inmolación, sabía que entre sus planes no estaba que Bradshaw viera el signo percontation en la invitación para un evento de veintiséis años antes. Y si no lo estaba, por primera vez en la investigación, el Hombre Inmolación ya no llevaba la delantera. Poe no estaba seguro todavía de si había cometido un error o no, pero, si no era así, había estado a punto.

Todos los documentos de las vitrinas eran ahora pruebas; por ello pidió al jefe de la policía que aplicase su autoridad y declarase el lugar «escena del crimen». Mientras Tapping daba vueltas sin conseguir nada, Jane Carmichael llamó a su hermano Duncan y empezó a gritar que Poe estaba intentando aguarles la velada.

Era un tipo rollizo de rostro amorcillado.

—¿Sabe usted quién soy? —le dijo.

Poe se crispó. Sabía que no debía, pero se volvió hacia Bradshaw.

—Tilly, ¿puedes llamar al equipo de asistencia psicológica? Tenemos un individuo que no sabe quién es.

—Voy, Poe.

Con el rabillo del ojo, Poe vio cómo sacaba y encendía su tablet.

—¿Tilly?

—¿Sí, Poe?

—Guarda la tablet.

—De acuerdo, Poe.

Los tres hijos de Carmichael, pues para entonces ya había llegado Patricia, empezaron a quejarse de la intrusión en su gran día. Poe se mantuvo impertérrito.

—¡Maldita sea! ¡Es usted un mal bicho repugnante! —exclamó Duncan Carmichael.

Poe dudaba de que eso fuera lo peor que le llamarían esa noche. Se puso a telefonear a Flynn. Señaló su móvil y dijo:

—Shh.

—¡Oh, estoy harta de este impertinente! —dijo Patricia Carmichael—. Voy a decirle a Nicholas que ponga fin a esta estupidez.

—Él fue quien me invitó —contestó Poe, que aún no había logrado dar con Flynn.

Eso no impidió que fueran a por el obispo. Oldwater hizo lo que pudo para aplacarla, pero era evidente que estaba del lado de Poe.

Aparentemente, confiaba en su juicio.

Al final, también lo hizo el jefe de la policía. Tal vez fuese un trepa egoísta, pero no era tonto. Cuando Poe le dijo que la identidad del Hombre Inmolación podría estar escondida entre aquellas vitrinas, y que dejarse ver con los Carmichael podía ser políticamente desaconsejable en un futuro próximo, hizo su cometido y pidió refuerzos. Al ver que los Carmichael seguían protestando, amenazó con detenerles.

Se acercó a Poe y susurró:

—Más vale que tengas razón.

Mientras tanto, Bradshaw empezó a fotografiar los artículos de las vitrinas a través del cristal. Así tendrían su propio material y no dependerían de que Gamble quisiera compartirlo. Pero daba igual: Poe sabía que todo acabaría reduciéndose a aquel oscuro signo de puntuación.



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