Voces en las sombras by Luis Zaragoza Fernández

Voces en las sombras by Luis Zaragoza Fernández

autor:Luis Zaragoza Fernández [Zaragoza Fernández, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-31T16:00:00+00:00


Sus afirmaciones y sus propósitos no eran los de un marxista. No pertenecía al Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), la organización comunista del país, que por lo demás era minoritaria en el Parlamento (cuatro diputados de sesenta y uno) y no tenía ni el apoyo popular ni los recursos suficientes para organizar una revolución (cuatro mil miembros entre tres millones de habitantes). Árbenz no incluyó a ningún miembro del PGT en su Gobierno. Solo unos pocos ocuparon cargos de segundo nivel, aunque altamente significativos y visibles para los oficiales de Estados Unidos (agricultura, seguridad social o prensa) (Cullather, 1999: 21-22). La palabra «comunista», que ya se había empleado contra Arévalo, se utilizaría más y más desde Washington contra Árbenz.

La piedra de toque de las tensiones entre ambos países fue la reforma agraria, con la que Árbenz pretendió expropiar mediante compensaciones las tierras incultas para repartirlas entre los campesinos. El código del trabajo aprobado por Arévalo había modificado ya las relaciones entre los jornaleros y la United Fruit Company. Pero la reforma agraria afectaba al núcleo de su modelo de negocio.

Los intereses de «la frutera» tenían anclajes firmes en el Gobierno de Eisenhower que tomó posesión en enero de 1953. El jefe de la CIA, Allen Dulles, perteneció a la junta directiva. Su hermano, John Foster Dulles, secretario de Estado, fue abogado en el bufete que asesoraba a la empresa. Los dos canales —el de las acciones encubiertas y el de las relaciones diplomáticas— se implicaron de lleno para apoyar a la UFCO. Algunos sostienen, sin embargo, que no fueron los intereses económicos, sino la paranoia anticomunista de la época, los que dictaron la política estadounidense hacia Guatemala. Pero los resultados fueron los mismos. Para el verano de 1953, los sectores más intervencionistas de la administración Eisenhower y de la CIA pensaban que los comunistas utilizaban el plan de reforma agraria para ganar control sobre las políticas de Guatemala, que su fuerza crecía mientras la oposición se desintegraba y que, si no se revertía la tendencia, era solo cuestión de tiempo que el país cayera bajo la órbita soviética, lo que representaba una indudable amenaza para la seguridad nacional estadounidense.

Se lanzó una campaña destinada a convencer al mundo de que el Gobierno de Árbenz era procomunista y de que Guatemala suponía un peligro para la zona. Pero con eso no bastaba. Había además que desestabilizar el país para conseguir colocar a un Gobierno más favorable. Esa sería la tarea, prioritariamente, de la guerra psicológica. Fue la operación Success (éxito, en inglés), un nombre que indica la extraordinaria confianza de la CIA en sus posibilidades. Como ha escrito Nick Cullather, que ha estudiado los documentos de la Agencia sobre ese acontecimiento,

pese a la falta de información fiable sobre los políticos y la sociedad de Guatemala, los planificadores estaban seguros de que los guatemaltecos responderían a las estratagemas probadas en Europa, el Oriente Próximo y Asia. Lo que hizo la nueva operación realmente interesante fue que las tácticas de acción encubierta se aplicarían



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