Quemado by Lou Carrigan

Quemado by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras
publicado: 1988-08-09T22:00:00+00:00


CAPÍTULO VI

Hacia las cinco de la tarde, Aleck Kellaway y su hija se hallaban sentados en sendos sillones de la salita del rancho: Ella miraba sin ver, por la ventana. Veía..., hubiese visto, de prestar atención, un trozo de porche y otro de cielo. Aleck Kellaway fumaba, con la vista fija en la punta de sus botas. Sobre una pequeña mesa redonda junto a un quinqué y unos papeles, estaba también su revólver, al alcance de su mano izquierda.

Los pensamientos se atropellaban en la mente de Kellaway. No podía dudarse que la vida tiene extrañas jugadas..., incluso después de trece años. Clegg Kimberley debía haber estado buscándolo durante aquellos trece años. Y cuando lo encuentra empieza su venganza —injusta, ciertamente— de un modo que, en efecto, había causado dolor a Aleck Kellaway. Saber la verdad acerca de Hazel Amberson le había causado mucho más dolor y tristeza que preocupación le causaba lo que pudiese suceder a partir de entonces. Sabia que aquella noche Hazel estaría con otro hombre...

Le había engañado, sencillamente. No es que él hubiese creído que Hazel fuese pura. Desde hacía días tenia el pensamiento de que había algo en la vida pasada de la mujer qué amaba. Pero... ¡aquello! La situación tenía su ironía: la mujer que él amaba era la amante de otro hombre que quería arruinarlo, desprestigiarlo, matarlo. Seguramente Clegg Kimberley diría que Aleck Kellaway asaltó trece años y pico atrás a dos hombres para robarles el dinero. Y que los dos hombres murieron, si bien uno de ellos tuvo tiempo de pronunciar el nombre de Aleck Kellaway. Eso había ocurrido en Tennessee, tiempo atrás, pero... Un hombre así no seria elegido alcalde jamás, ni podría vivir ya en paz, ni...

El odio, el furor, fue creciendo sordamente en el pecho del tejano. Elliot Kimberley le había colocado en aquella situación. Y encima, su hermano Clegg quería vengarlo, completar su obra de hundir a Aleck Kellaway... y luego, matarlo.

¿Y Maxine?

¿Qué ocurriría con Maxine?

Kellaway se estremeció. Miró a su hija. La muchacha estaba tan terriblemente anonadada como él, y el peligro era para ella mucho peor... Aleck Kellaway llevaba más de dos horas pensando en lo mismo. Había especulado ya con todas las posibilidades, desde hacer volver a «Quemado», para que le ayudase, hasta pedir a todos sus vaqueros que fuesen a Evanstown y despedazasen a aquellos siete hombres. También había pensado en el sheriff Bricker. Incluso en Ned Hilton. Hilton era un pistolero profesional. Sólo tenia que pagarle lo que pidiese y tendría derecho a ser servido por su revólver.

Más de dos horas pensando... y no había hallado una solución que le satisficiera. Pe momento lo mejor era esperar...

El sonido blando de cascos de caballos sobre el polvo de la explanada, ya muy cerca de la casa, arrancó a Kellaway de sus meditaciones.

Maxine, que miraba por la ventana, informó:

—Es Ned Hilton, papá.

—¿Hilton?

—Le ofreciste tu whisky. ¿No recuerdas?

Claro que lo recordaba. Pero le extrañaba que Ned Hilton lo hubiese tomado tan exactamente. ¿Cómo no iba a recordar



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