Ese brillo en tus ojos by Sergio Barrejón

Ese brillo en tus ojos by Sergio Barrejón

autor:Sergio Barrejón [Barrejón, Sergio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-09-24T16:00:00+00:00


Querida Asunción:

He sabido lo de tus padres. Por favor, que Héctor hable con Emiliano. Tiene tres o cuatro pisos magníficos en Hilarión Eslava y están ahí muertos de risa. Y habla también con Losada. Está dispuesto a atenderos sin ningún coste. Sé que soy una entrometida, pero quiero ayudarte. ¿Podemos ser amigas? Un fuerte abrazo,

Catalina Pedralbes

Héctor receló inmediatamente. Deformación profesional, claro. «Nadie regala nada» era una de sus frases favoritas, y los acontecimientos posteriores me han hecho comprender que es dolorosamente acertada. Pero en aquel momento no estábamos como para rechazar favores.

—¿Qué coño te pasa, Héctor? Se te aparece el ángel de la guarda y lo quieres espantar a perdigonazos.

Él, que no estaba acostumbrado a oírme soltar juramentos, se quedó callado. Por una vez, yo fui la locuaz y Héctor no supo cómo llevarme la contraria. Alguna vez tenían que ganar los moros.

Reconozco que poco después yo también empecé a recelar, pero por un motivo distinto. Losada nos citó por teléfono en la consulta que tenía por las mañanas en la maternidad del Hospital del Niño Jesús. Cuando oí aquel nombre, me quedé callada unos segundos sin saber por qué. ¿Quién me había hablado de ese hospital? No conseguía recordarlo. Cuando estuve ante la fachada y vi el nombre escrito con letras de hierro en la entrada de la avenida Menéndez Pelayo, incluso la tipografía me resultó familiar, pero no sabía por qué. De haberlo sabido entonces, tal vez ni siquiera habría entrado. Claro que, a aquellas alturas, tampoco habría solucionado nada. Nuestra suerte ya estaba decidida.

—Esto es un transductor ultrasónico. Lo que hace es disparar haces de ultrasonidos desde diferentes ángulos, pero orientados siempre hacia el mismo lugar del cuerpo, en este caso el útero.

—¿Y eso no es peligroso, doctor?

—No solo es inofensivo, señor Perea: esto es el futuro de la obstetricia. Verá, el modo en que se comportan los ecos de esos ultrasonidos nos permite formar imágenes del interior del cuerpo. Es como tomar una película del útero. Solo que, en lugar de reflejar luz, reflejamos sonido.

—¿Cómo es que nunca hemos oído hablar de esto, Héctor? Parece un invento revolucionario.

—Precisamente por eso no han oído hablar de ello, mi querida niña. Esta técnica aún está en pruebas. Yo he tenido conocimiento de ella por las excelentes relaciones que mantengo con mis colegas ingleses. Les daría un folleto explicativo, si mi secretaria hubiera tenido el detalle de traerlos de la imprenta, como le pedí hace cuatro días. Tarde o temprano tendré que despedir a esa joven. Si vieran las faltas de ortografía que tiene…

Losada me señaló una camilla normal, sin estribos para los pies y me pidió que me recostase.

—¿No debería desvestirme antes?

Héctor, acusando esa graciosa incomodidad que tienen los hombres en la consulta de un ginecólogo —los pocos hombres que se dignan acompañar a sus mujeres, quiero decir—, musitó algo de salir a fumar y yo me quedé a solas con Losada.

—No será necesario —contestó el doctor—. El transductor simplemente se desplaza por encima de la piel, debajo del ombliguito.



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