Oliver y Max by Ángela Armero

Oliver y Max by Ángela Armero

autor:Ángela Armero [Armero, Ángela]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2014-05-15T00:00:00+00:00


El cocinero jefe ha sido requerido en el búnker. Todos sabemos lo que eso significa: el Führer está de nuevo en Berlín, por mucho que los periódicos quieran hacernos creer que sigue apostado en su cuartel de Prusia Oriental. Por culpa de este inesperado regreso, tengo que dar de cenar no solo a los soldados de las Waffen SS, como hago todas las noches, sino también a los hombres del partido y del gobierno. Una misma cosa: los peces gordos del Reich. No es una tarea sencilla. Tengo pocas horas y un material bastante escaso. A todo el mundo le preocupa que los rusos estén a las puertas, pero nadie salvo un cocinero lamenta que falte tal o cual alimento. Por supuesto, la Cancillería es el único lugar de Berlín donde sigue habiendo provisiones de carne, cerveza y patatas, pero no hay mucho más; la mayoría de los cultivos han sido destruidos, o los agricultores los han abandonado, no lo sé. Y tampoco es nada fácil que los suministros lleguen, tal y como está la situación en las carreteras y en la red de trenes. Igual que los cultivos, la mayoría de las vías han sido bombardeadas, y es que ya son casi seis años de guerra.

Tengo que apañarme con lo que hay: estoy acostumbrado a mezclar ingredientes dispares, pero nunca he tenido que servir a hombres tan importantes, y a quienes supongo de paladar refinado. Y por si fuera poco, tengo que cuidar de mi hijo. Mi mujer me ha llamado desde el hospital: han llegado decenas de heridos de golpe, porque han bombardeado el cuartel de Zossen y no dan abasto, así que vendrá a recogerlo cuando pueda. Y hasta hace un momento aquí estaba mi hijo, revoloteando a mi alrededor, metiendo el dedo en las salsas o haciendo preguntas incómodas sobre la guerra, el gobierno o el partido. Oliver es muy revoltoso, le gusta mucho hablar y me estaba crispando los nervios. Por eso le he llevado a las barracas de las Waffen y le he pedido a Kurt, un soldado con el que a veces comparto un cigarrillo o un trago, que cuide de él hasta después de la cena. Me cae bien Kurt: es simpático y fanfarrón, y tan arrogante como lo sería yo si pudiera ser soldado. No me quejo: es un orgullo poder servir a mi país, aunque sea desde los fogones.

Tres horas después, por fin tengo un minuto, me quito el delantal y me siento a fumar un cigarro. La pierna me está matando, así que me sirvo un poco de coñac y lo saboreo, esperando que alivie un poco el dolor. Mientras, oigo las risotadas y las voces de los mandos, que cenan en el salón. Brindan, oigo como chocan sus copas. No es nada especial, lo hacen cada noche, y está bien, porque quiere decir que la cena les ha gustado.

No me equivoco. Cuando apago el cigarrillo, aparece en la cocina uno de los asistentes de Philipp Bouhler y me



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