Nexo by Mary Calmes

Nexo by Mary Calmes

autor:Mary Calmes [Calmes, Mary]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Dreamspinner Press
publicado: 2014-12-29T00:00:00+00:00


Capítulo 5

FUE GENIAL verles. En cuanto entré en el salón, Malic se apartó de la pared donde estaba apoyado y atravesó la habitación hasta llegar a mí. No me abrazó –no hacíamos esas cosas–, pero su mano fue hasta mi hombro presionándolo un momento. Durante una época y hasta hace relativamente poco, las muestras de afecto hacia mi mejor amigo delante de mi Hogar eran un problema. Joe había pensado erróneamente que Malic me deseaba. No era el caso, y aunque quisiera, las relaciones entre Guardianes no terminaban bien. De hecho, Malic y Ryan lo habían intentado sin éxito.

A veces, los Guardianes –y les pasaba a muchos, porque podían ser tanto hombres como mujeres– se sentían atraídos entre ellos. Luchaban juntos, sangraban juntos y la camaradería que resultaba de ello a veces se malinterpretaba como algo más. El problema era que un Guardián no podía convertirse en el santuario de otro. No podían ofrecerse un refugio, un lugar donde ser amados, cuidados y recibidos con los brazos abiertos. Si dos Guardianes estuvieran juntos, lucharían mano a mano, se irían a casa y descargarían la adrenalina con sexo. Pero después de eso, cuando se les hubiera pasado el subidón y necesitaran un abrazo, un beso o simplemente algo tan simple como una comida, se quedarían mirándose mutuamente, esperando a que el otro les diera todo lo que necesitan. Un Guardián, por decirlo de un modo simple, necesita un cuidador, cosa que nunca podrá ser otro Guardián.

Al volver a casa magullado y ensangrentado, cargando con el peso de lo que ha visto –la carnicería y el horror–, necesita alguien que lo cuide y lo entienda. Yo casi nunca era capaz de hablar. Pero siempre, era recibido en la puerta por un hombre que me regalaba un rápido beso antes de conducirme hasta una bolsa de basura para despojarme de todo, de la cabeza a los pies y enviarme a la ducha. Mientras atravesaba tambaleante la sala de estar, podía sentir la calidez de nuestro hogar, oler la comida y oír la suave música. A Joe le gustaban muchas bandas alternativas, así que el sonido me recordaba a él, lo cual era bueno. Era todo tan reconfortante que a veces, durante un segundo, creía que iba a derrumbarme. Pero él siempre comprobaba mi estado, me ponía una mano en la parte baja de la espalda, me daba una palmadita en el trasero o me cogía de la mano y me conducía hasta la ducha. Y entonces me dejaba bajo el agua caliente y todo; la sangre, los recuerdos y el dolor se desprendían de mí y se iban por el desagüe.

A veces, si no me encontraba tan mal, y él siempre sabía cuándo era, se unía a mí en la ducha y recorría toda mi piel con las manos antes de arrodillarse para meterse mi miembro hasta el fondo de su garganta. Ese tipo de recibimiento era el mejor. Pero otras veces, cuando me tocaba y yo me estremecía, Joe esperaba a que terminara mi ducha, me secara y me vistiera, y volviera a la sala de estar.



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