Mitología Inca by Javier Tapia

Mitología Inca by Javier Tapia

autor:Javier Tapia
La lengua: eng
Format: epub
editor: Plutón Ediciones
publicado: 2020-04-10T10:53:48+00:00


Huáncar, o el triunfo del amor

La doncella Huáncar nació hermosa y alegre, y con el paso de los años brilló aún más, pues cantaba como los dioses y cuidaba a los suyos con esmero.

Muchos eran sus enamorados, pero ella parecía destinada al cielo, pues no se fijaba en ninguno de ellos, nadie despertaba su amor.

Cuando se hizo mujer, por fin sus ojos se posaron en un viajero que iba cantando por los pueblos, de imponente figura, pero de edad avanzada para ser su esposo.

Ella, a sabiendas que el viajero partiría pronto, decidió confesarle su amor y conocer su nombre, pero ese mismo día llegó una comitiva real para pedir a Huáncar como concubina del Inca, que se había enterado de sus virtudes y estaba prendado de ella, y, por tanto, quería poseerla y tenerla consigo, para que le cantara, lo amara y lo cuidara como hacía con sus hermanos.

Huáncar se negó, pero sus padres, obedientes súbditos, la entregaron, por más que ella llorara y gritara cantando que estaba enamorada del misterioso cantante viajero, del que nadie sabía el nombre, ni el origen ni el paradero.

El viajero no supo del amor de Huáncar hasta muchos años después.

Mientras tanto Huáncar fue presentada al monarca y vestida y ataviada para ser su concubina, cargada de joyas y plumajes, y perfumada con la esencia de las más hermosas flores.

Cuando la llevaron a los aposentos del Inca, ella se negó a amarlo, servirlo o cuidarlo, y el monarca, al ver su belleza y al escuchar el timbre armonioso de su voz, no protestó y le dijo que le tendría paciencia porque estaba perdidamente enamorado de ella.

Huáncar agradeció el gesto y se retiró al reservado de las concubinas.

El Inca le hizo todo tipo de regalos y la trataba con el mayor decoro, pero Huáncar, aunque agradecida, no cedía.

El Inca ordenó traer a la familia de Huáncar para que estuvieran cerca de ella, y los colmó de dones y bienes, pero Huáncar, aunque agradecida, no cedía.

El Inca la hizo princesa y la pidió en matrimonio como primera esposa para que sus hijos heredaran el reino. Huáncar agradeció esos favores, pero se negó a casarse con el Inca porque su corazón, y en cuanto pudiera, su cuerpo, pertenecían a un viajero cantante del que ni siquiera conocía el nombre.

Las esposas y concubinas del Inca estaban celosas de Huáncar, y envidiaban todos los dones que se cernían sobre ella, así que empezaron a conspirar en su contra.

“¡Es una necia!”.

“¡Es una bruja!”.

“¡Es un demonio!”.

“¡Es una falsa, una ambiciosa sin vergüenza!”.

“¡Quiere acabar con el Inca y quedarse con el reino junto con su familia!”.

“¡Es una traidora encubierta!”.

El Inca, al principio, no hizo mucho caso de sus esposas y de sus concubinas, pero el enamoramiento y la paciencia se le fueron acabando ante la resistencia de Huáncar, así que decidió cambiar de estrategia, y de princesa la degradó a esclava, limpiadora y cocinera, cuidadora de las alpacas y cosechadora de semillas y hierbas, junto con su familia, llenándolos de oprobio y de humillación, dándoles de comer poco y de lo peor.



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