Laguna by Barbara Kingsolver

Laguna by Barbara Kingsolver

autor:Barbara Kingsolver
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788426420565
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2015-06-22T00:00:00+00:00


Cuarta PARTE

* * *

Asheville, Carolina del Norte

1941-1947

(VB)

NOTA DE LA ARCHIVISTA

Mi nombre es Violet Brown. Más bien lo fue. Cuando lean esto ya no estaré con vida. Procedo a explicarlo a continuación.

A pesar de mi colorido nombre, yo no soy tal. Se trata solamente de dos nombres, otorgados por dos personas que jamás se conocieron. Primero, mi madre. Gustaba de las novelas románticas en que aparecieran «Violetas». Padecía tuberculosis, y falleció cuando yo era joven. El apellido se lo debo a mi marido, Freddy Brown, quien a su vez llegó y partió con premura: sus días terminaron con la gran inundación de 1916. Aquel año la crecida del río French Broad barrió Asheville casi por completo, cubriendo también la curtiduría Hijos de Rees donde él prestaba sus servicios. Enviudé el mismo año en que contraje nupcias, lo cual no impide que hasta ahora responda al nombre de señora Brown. Una mujer puede ser marcada por otros: lacrada sería un buen término (uno entre los muchos que adquirí del señor Shepherd). Me hizo notar, alguna vez, que había sido lacrada como envío, con nombres otorgados por personas que ignoraban el contenido y, no obstante, fueron quienes decidieron la forma de remitirlo.

Mi madre anhelaba verme casada antes de morir pero sucedió tras su deceso, cuando yo contaba apenas con quince años. Ahora soy mayor de lo que ella nunca llegó a ser, y puedo ver que otros senderos son tan válidos como el que ella deseó. He vivido en soltería y encontrado la felicidad, la cual incluye el haber sido la colaboradora de un hombre. Serví a la grandeza y no aspiro a más. He ahí el inicio y la conclusión de cuanto explicaré sobre mi persona. Mi propósito es dar a conocer la vida del señor Shepherd. Al abrir este volumen, él, como yo, habrá fallecido. Y nuestras diferencias, en caso de haber sido tales, se habrán resuelto.

Tendía a ser de temperamento reservado, lo cual se acentuó tras su huida de México. Interrumpió entonces sus diarios, y perdió toda fe en la palabra escrita y en sus consecuencias. Tal me dijo, más adelante. Todo lo que había escrito y anotado desde su niñez estaba perdido, y abandonó toda esperanza de convertirse en escritor. Fui testigo de ello, pues por entonces fue cuando nos conocimos, y si me hubiesen preguntado entonces qué futuro le auguraba, lo primero que se me hubiese ocurrido habría sido la cocina o algún oficio acorde con un joven que se explayaba tan poco. ¿Un autor de libros? No. Los leía, como hacíamos casi todos por entonces.

Nunca reinició los cuadernos tal y como había hecho antes, tal vez por los cambios en sus circunstancias vitales. Conservaba copias al carbón de sus cartas, y recortes de noticias que le interesaban. Aún escribía notas personales en cualquier ocasión que lo estimulara a ello. Le vi entrar en su estudio en estado frenético y escribir algún acontecimiento completo, de memoria. Supongo que, de haberse casado, hubiese procedido a relatarlo a su esposa. Pero como carecía de ella, fue la máquina de escribir la que le sirvió de interlocutora.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.