La frontera invisible by Kilian Jornet

La frontera invisible by Kilian Jornet

autor:Kilian Jornet
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Deportes y juegos, Memorias
publicado: 2013-11-11T00:00:00+00:00


8. Kyanjin

8

KYANJIN

«Se puede vivir sin hacer muchas cosas, y se pueden hacer muchas cosas sin vivir.»

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

Cap. 8

Todo el mundo dice que las expediciones consisten básicamente en días sin hacer nada en una tienda instalada en un campo base, esperando primero a que el cuerpo se aclimate a la altura y después a que las condiciones en la montaña sean las ideales. Básicamente, el alpinismo en las grandes montañas me lo habían descrito como pasarse un mes aburrido encerrado en una tienda para realizar una gran ascensión —con suerte— en los últimos días. No obstante, nuestra realidad es muy diferente. Supongo que influidos por mi ritmo frenético de querer computar metros de desnivel y cumbres un día tras otro, Thomas se dejó excitar por la idea de realizar una aclimatación a base de subir diferentes cimas todos los días, de llevar mi ritmo de entrenamiento a una altura de cuatro y cinco mil metros, y Alexandr, a pesar de sus objeciones y reservas a este método de aclimatación, no tenía más remedio que seguirnos. No recuerdo ninguna mañana aburrida en el lodge ; cada día, una nueva ascensión, un pico diferente de cinco mil o seis mil metros, escalar una canal, recorrer una arista o ir a «rodar» un rato por la gran explanada. Todos los días llegaba a media tarde al lodge satisfecho por la actividad, con las baterías de mi cuerpo descargadas y contento de regresar por fin a «casa» para encontrar un sitio donde tumbarme y poder dar descanso a mis músculos sin fuerzas.

Sin embargo, el tedio es el pan de todas las tardes; lo que me va carcomiendo hora tras hora. Después de las cinco o seis horas de actividad física matutina, regresamos, ordenamos el material, que nos ocupa media hora más, tomamos un té y nos ponemos a observar el lento transcurrir de las horas, minutos y segundos hasta la hora de cenar, y de nuevo hasta la hora de acostarse. Contando que nos levantamos sobre las siete y hacia las ocho nos ponemos en marcha, como muy tarde a las dos ya estamos de vuelta al lodge, y hasta las ocho de la tarde que cenamos nos quedan sus buenas seis horas para matar. Los paseos o ascensiones de última hora de la tarde con los que solía entretener mi cuerpo y mi mente en los primeros días son ya historia, debido al cansancio de las largas excursiones de las mañanas. He terminado los tres libros que llevaba; podría recitar de memoria el texto de todas las etiquetas de la ropa que ocupa la mochila, todos los ingredientes de las barritas energéticas, de la comida liofilizada o incluso colocar con los ojos cerrados todas las pegatinas que decoran las ventanas interiores y exteriores del lodge. Ya me conozco de memoria todos los rincones del pueblo, que he recorrido varias veces en toda su extensión, lo que no requiere mucho tiempo en un lugar donde las casas se cuentan con los dedos de las dos manos y la mayoría permanecen cerradas durante el invierno.



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