La casa del ahorcado by Juan Soto Ivars

La casa del ahorcado by Juan Soto Ivars

autor:Juan Soto Ivars [Soto Ivars, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2021-07-26T16:00:00+00:00


7

Cazas de brujas e invasores de otro planeta

Donde los extraterrestres intentan copiar

la apariencia de los humanos

y Calvino demuestra que los herejes

también pueden ser inquisidores

La caza de brujas se desata cuando el pavor a la herejía se contagia entre la comunidad. Si todos sospechan que algunos miembros se han desviado definitivamente y, bajo su apariencia de buenos ciudadanos, esconden el peligro de corrosión social, la paranoia hará el resto. Los vecinos se convertirán en vigilantes y darán rienda suelta a su sed de seguridad, así como a sus deseos de venganza. Se acusará de hereje al que tenga libros prohibidos, al que demuestre manías extrañas, modales extravagantes, y también al que se creó una mala reputación por un romance o un asunto relacionado con la propiedad privada. Quien tiene mucho o tiene suficiente será acusado por quien quiere más. Quien lee, por quien no sabe. Quien habla claro, por el que murmura. El miedo y la envidia tendrán la misma vacuna (la denuncia pública) y toda acusación será equivalente a una condena. Porque en la ordalía, como nos recuerda Eugenio Fuentes, siempre es la bruja la que ha de probar su inocencia. A veces el jurado espera que sea Dios quien haga justicia en el último momento. Por ejemplo, haciendo a la víctima invulnerable a las llamas donde se asa.[186]

Estos procesos siempre causan horror a toro pasado, pero lo que me interesa es que mientras están activos mucha gente parece convencida de hacer lo correcto. Durante la caza, el furor apaga el sentido crítico y la noción de «justicia». Se produce lo que el historiador Richard Overy ha llamado la «inversión moral», en la que ciertos crímenes se entienden como buenos por parecer medios adecuados para evitar crímenes supuestamente mayores. Solo cuando la hoguera se apaga, en el empacho social, empiezan a proliferar con timidez los remordimientos o la vergüenza, y los críticos levantan la voz para condenar los hechos. En este sentido, muchos cineastas han relatado cazas de brujas, pero siempre desde el punto de vista de las víctimas, con el inquisidor y la horda fanática en el papel de malos de la película. Desde el documental danés Häxan, que ya en 1922 proponía un recorrido cruento y obsceno a través de los tratos de las brujas con el diablo y las monstruosidades de su persecución, las turbias cacerías fanáticas han aparecido representadas siempre de la misma forma. Desde el triángulo amoroso en tiempos de hogueras puritanas de Vredens dag (1943) hasta la recreación de los hechos de Salem de El crisol (1996), los actos de la Inquisición, los consistorios calvinistas y también las cazas de brujas políticas contemporáneas han dado lugar a un sinfín de historias maniqueas y sencillas.

A veces la razón vencía, como en la optimista Doce hombres sin piedad (1957), donde un hombre justo y razonable lograba desactivar las pulsiones ordálicas de un jurado popular, y otras, como en La caza (2013), el espectador era testigo impotente de la destrucción de un inocente. Tanto en películas sobre



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