La Babilonia, 1580 by Susana Martín Gijón

La Babilonia, 1580 by Susana Martín Gijón

autor:Susana Martín Gijón [Martín Gijón, Susana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-08-29T00:00:00+00:00


58

Da vueltas en círculos por el huerto.

María de San José se detiene al darse cuenta de que ha pisado algo. Su sandalia de cuero está manchada de un líquido rojo y pegajoso. Se le tuerce la boca en un gesto de aprensión.

—Cielo santo, qué es esto.

Está tan abrumada por la situación apenas vivida que le cuesta darse cuenta de lo ocurrido: ha despanzurrado uno de los primeros tomates de sor Catalina. Era el bien más preciado de la monja, que mimaba cada una de las tomateras como a un hijo.

Sintiéndose aún más culpable, se limpia la sandalia y se aleja de la zona sembrada. El disgusto por el nefasto resultado de su intervención ante los familiares sigue atenazándola. ¿Para qué sirve el priorato entonces?, se pregunta una y otra vez. Cuando de verdad una de sus hermanas la necesita, no hay nada que pueda hacer. Tanta responsabilidad a las espaldas y tan poco poder de actuación. Bienvenida al cargo, le habría dicho la madre Teresa con su ironía característica. Eso la lleva a pensar en ella, inmersa en las gestiones para una nueva fundación en Castilla. Aunque lamenta irle con malas noticias, ha de saber lo ocurrido. Además, quizá pueda hacer algo. No en vano es la fundadora de la orden y su máxima representante.

Se encamina hacia su celda en busca de tinta y papel, pero allí la aguarda otra sorpresa desagradable. Alguien ha estado revolviendo sus pertenencias. En el cajón, las cartas de la santa están desordenadas, como si hubieran sido ojeadas a toda prisa. Desvía la mirada hacia el libro que yace sobre el camastro. Quienquiera que haya estado ahí no ha podido dejar de apercibirse de esa transgresión. Una abadesa leyendo un libro de caballerías, por el amor de Dios. Solo eso ya la pondría en un brete frente al Santo Oficio. Pero sigue ahí, y eso significa que no es lo que querían.

El cuaderno. Esto es lo que han ido a buscar. Han confiscado las propiedades de la infortunada, pero eso en el convento solo implica el fardo que se guarda en la cámara subterránea, donde solo había cuatro ropajes sin valor. De modo que han seguido registrando.

Lo peor de todo es que alguien ha guiado a los familiares hasta su propia celda. Alguien la ha apuntado con el dedo también a ella. Y ha tenido que ser una de sus propias hermanas. Reniega ante la idea. Ni siquiera durante su propio proceso inquisitorial llegaron tan lejos. Pero ¿acaso no es lo mismo que ella hizo con la monja detenida? Quebrantar su intimidad, sus objetos más personales, el interior de su propio cuarto.

Siente una opresión en el pecho y debe frenarse para tomar aliento. Al hacerlo, se introduce la mano por debajo de los hábitos, a la altura del escapulario que representa la protección de María. Ahí está. El cuaderno que manuscribió Miguel de Arellano, sostenido por el cordón ceñido a su cintura. Lo ha conservado poniéndose en riesgo a sí misma, y piensa seguirlo haciendo. Al menos en eso no va a defraudar a sor Catalina.



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