La asombrosa tienda de la señora Yeom by Kim Ho-yeon

La asombrosa tienda de la señora Yeom by Kim Ho-yeon

autor:Kim Ho-yeon [Ho-yeon, Kim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


¡Ja! Una risa escapó de los labios de In-kyeong. Un apretón… De acuerdo, eso podría pasarle a cualquiera. Pero ¿no debería haber colgado el cartel en la entrada y haber cerrado la puerta? ¿Qué esperaba que hicieran los clientes mientras tanto? ¿Y si alguien se daba cuenta de que no había nadie y se llevaba los productos o el dinero? ¿Acaso el hecho de estar en un barrio residencial significaba que el riesgo de robo no existía? ¿O es que no le importaba en absoluto que le robaran? Aunque hubiera cámaras de seguridad, aquella situación podría incitar al delito, así que no era seguro. In-kyeong era de esa clase de personas que siempre dicen las cosas bien claritas, así que no tenía intención de dejarlo estar como si nada.

Tilín. Sonó la campana. El hombre entró con una expresión que dejaba claro que había resuelto la emergencia. Cuando sus ojos se encontraron con los de In-kyeong, dejó escapar un murmullo de asombro mientras se apresuraba hacia el mostrador. Ella se echó a un lado para dejarlo pasar y le lanzó una mirada gélida.

—Está… buena —dijo el hombre mientras le cobraba la bandeja de comida.

In-kyeong la examinó más de cerca y se dio cuenta de que había elegido precisamente la marca Delicias variadas; el hombre le había hablado de ella el día anterior.

—L-la encontró… a pesar de que la escondí…

—¿Perdone?

—C-como ayer buscaba una que… estuviera buena… la escondí.

¿Y qué quiere que le diga? ¿Gracias? In-kyeong no sabía cómo encajar el gesto incómodo y ambiguo del hombre. Una vez que terminó de pagar, cogió la comida y se dirigió al microondas. En su apartamento no había. No tenía más opción que calentarla allí, así que retiró el envoltorio de plástico, metió la bandeja en el microondas y esperó. Echó otro vistazo al hombre y este le respondió con el pulgar hacia arriba. Madre mía, menudo personaje. In-kyeong caminó con pesadez hacia él.

—Oiga, hace un momento se ha ido y ha dejado la tienda vacía. No debería hacer eso.

—Es que… bueno… e-era una emergencia… y aquí…

El empleado, algo aturullado, le enseñó la hoja de papel.

—Vamos a ver, es que precisamente lo que no puede hacer es dejar una nota e irse sin más. Debería haberla pegado en la puerta y haber cerrado con llave. ¿Qué pasa si algún adolescente entra y, al ver la tienda vacía, roba algo? La teoría de las ventanas rotas dice que, si no se repara una ventana rota, el índice de robos y la criminalidad en general del barrio aumentan. Dejar la tienda desatendida de esta manera solo incrementa la probabilidad de que ocurra algo así. Además, parece que usted no es más que un empleado y no creo que a ningún jefe le guste que sus trabajadores se tomen esto a la ligera. Debería ser más consciente de sus responsabilidades.

In-kyeong tenía cierta tendencia a centrarse en los detalles irrelevantes y quería leerle la cartilla a aquel hombre que le resultaba tan agobiante, así que no se cortó y le soltó toda la perorata.



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