La ambición del terricola Snock by Ralph Barby

La ambición del terricola Snock by Ralph Barby

autor:Ralph Barby
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1979-02-28T23:00:00+00:00


CAPITULO VI

Igor Karpov procuró que durante el viaje no hubiera ningún roce entre él y sus agentes armados con Yordan, Lanky y Miklos. Por su parte, Angela e Ivanka se dejaron ver menos de lo que los cosmonautas hubieran deseado.

Mientras era besada sobre los párpados, en la boca y el cuello, Ivanka se disculpaba a Yordan diciéndole:

—Tengo mucho trabajo de clasificación. En Zamon habrá tiempo para todo, Yordan, palabra, habrá tiempo para todo.

—Si no cumples tu palabra, lo enviaré todo al diablo y te raptaré como si fuera un troglodita.

Ella le estiró de los cabellos cariñosamente.

—Eres un cínico y un bruto, pero me gustas.

Por su parte, Miklos consiguió relacionarse con Angela, pero menos de los que él deseaba. La chica le marcaba distancias y sus ilusiones de diversión quedaron frustradas por la presencia constante de Igor Karpov y sus agentes, rompiendo toda posibilidad de intimidad.

El viaje terminó haciéndose largo e irritante y sin llegar a ningún problema serio arribaron al planeta Zamon.

Acercarse al astropuerto de Zamon sólo tenía el inconveniente serio de introducirse en su atmósfera violácea con una gigantesca nave.

El rozamiento con el aire hacía subir mucho la temperatura interior de la nave pese a los sistemas de refrigeración; no obstante, Yordan observó que con las últimas revisiones, los técnicos de Salomón Snock habían aumentado en casi un cien por cien el sistema refrigerante del casco de la nave y lo notaron.

Yordan era partidario de que las macronaves se quedaran en las órbitas de los planetas según el sistema primitivo de los viajes espaciales, pero para cargar aquellos animales resultaba más costoso y problemático.

Había que evitar que las fieras sufrieran shocks que podían causarles la muerte o, como mínimo, una enfermedad por miedo que les llevaría a no comer ni beber y así hasta morir.

La colonia que Salomón Snock poseía en el planeta Zamon se hallaba en un valle amplio que se deslizaba hasta uno de los nueve mares del planeta Zamon.

El valle estaba surcado por un río de aguas limpias, no demasiado caudaloso, pero que daba la suficiente agua para la colonia. La temperatura era subtropical y resultaba muy agradable, ya que el verdor lo ocupaba todo o casi todo.

A derecha e izquierda, el valle se encajonaba por entre unos farallones y en lo alto asomaban inmensos bosques de lujuriante vegetación.

El servicio de seguridad de la colonia había instalado barreras de alta tensión e incluso campos de minas específicamente prohibidos por la carta magna espacial.

Podía decirse que el valle estaba limpio y protegido de los animales salvajes y feroces que poblaban aquel planeta y también de los humanos de Zamon, unos seres de talla inferior a los terrícolas, piel parda oscura, más vellosos y muchísimo menos evolucionados.

Según la carta magna espacial, no había que interferir en la evolución natural de los seres que pudieran encontrarse en los planetas que se descubrieran, pero, lógicamente, se creaban unos sentimientos de curiosidad y animosidad entre los seres de Zamon y los terrícolas.

Una vasta extensión del valle que ocupaba la colonia tenía cercados de aclimatación de las fieras recién capturadas.



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