El espía inglés by Ramón Illán Bacca Linares

El espía inglés by Ramón Illán Bacca Linares

autor:Ramón Illán Bacca Linares [Bacca Linares, Ramón Illán]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2001-04-01T00:00:00+00:00


Estaba completamente distraído cuando mi exnovia gritó señalándome: “Un saboteador”, “Un infiltrado”. Mudo por el espanto corrí hacia el edificio de la Gobernación, y desde allí y algo recobrado pude gritar: “Soy un estudiante de la Universidad Pontificia, soy tan católico como el que más”. Un mar de chiflidos y dudas sobre las costumbres de mi madre fue la respuesta. Un hombre muy bajo, casi enano, con un inmenso cuchillo en forma de cruz, avanzó hacia mí. Estaría vuelto picadillo si no hubiera sido porque en ese instante un pelotón de policía entró al edificio y por primera y última vez, estoy seguro, la policía se puso al lado de la revolución o lo que yo representara en ese momento. Terminé en una habitación mal alumbrada imaginándome sentado sobre un trozo de hielo y acusándome de toda clase de crímenes para que no me torturaran más. En ésas estaba cuando un hombre muy flaco y con un legajo de papeles bajo el brazo entró y empezó a interrogarme. ¿A qué me dedicaba? ¿A quién conocía? Las primeras preguntas fueron fáciles de contestar y cuando di el nombre de mi acudiente quedó impresionado y lo corroboró con una llamada telefónica. Pero cuando me preguntó qué libros leía la cosa se complicó.

En ese momento leía, a pesar de que me aburrían a muerte, los objetalistas franceses. “¿No te parece que ‘Una cierta sonrisa’ de la Sagan es sólo una copia de ‘Bonjour Tristesse’?”, me dijo el funcionario, detective o agente secreto —⁠nunca supe qué era, pero ahora creo que debió ser un crítico camuflado—. Al final salimos por una puerta trasera y tuve que soportar la lectura de un texto lírico de su cosecha, que demostraba el desamor que hacia él sentía la musa, mientras los manifestantes recorrían las calles dando vivas a Cristo Rey. Terminamos abrazados borrachos cantando canciones peronistas en un acuerdo político surgido en forma inconsciente.

En la Universidad las cosas se me acabaron de complicar. “Usted es una manzana podrida”, me gritó en el patio de la facultad el rector magnifico mientras me señalaba la puerta y arrojaba al suelo “Los demonios de Loudun” que me había arrebatado hacia un instante. Desde el camión de una empresa de carga, en el que un condiscípulo solidario había conseguido me trajeran a la costa, tiré por la ventanilla los zapatos para que no quedara ni el polvo de ese pasado odiado.

Ya frente al mar, dejé a un lado los pensamientos sobre lo que iba a decirle a los abuelos, el de cómo se conjuga el verbo fracasar, y el del porqué la lectura de “La servidumbre humana” me había consolado. Así, sin ninguna certeza política, ni religiosa, ni literaria, en bluyines y con una camiseta que tenía estampada la cara de Marilyn Monroe me lancé a nadar y lo hice durante mucho tiempo. Ahora sé que todavía debería estar nadando.

1998-1999



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