El Entenado by Juan Jose Saer

El Entenado by Juan Jose Saer

autor:Juan Jose Saer [Saer, Juan Jose]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fiction, Historical, America
ISBN: 9788476696033
Google: Dth0AAAACAAJ
Amazon: 9875800368
editor: Aleph Editores
publicado: 1983-01-01T23:00:00+00:00


La corriente me iba llevando, firme, en el atardecer. Yo orientaba con el remo, y sin mucho esfuerzo, la canoa. Durante horas no se oía más que el ruido del remo y a veces el tumulto de pájaros que ese ruido ocasionaba cuando me aproximaba demasiado a la orilla; sin ruido, adormilados, los yacarés bajaban del barro de las costas carcomidas al agua. A veces, un pescado saltaba y sin ser totalmente visible en la superficie a la que había subido para mandarse, de una boqueada, alguna minucia comestible, se dejaba adivinar por el ruido que hacía, más o menos intenso según su tamaño, y por el penacho de agua blanquecina que levantaba. Los he visto amarillos, como acorazados de oro, atigrados, de un verde cobrizo, con cabezas de gato o de serpiente, algunos dos veces más altos que un hombre, gordos como vacas -diversidad viva y misteriosa que ha hecho de ese río su hogar. Insectos, pájaros, pescados, bestias y hasta monstruos si se quiere: de toda esa fiebre animal yo, con la lucecita encendida dentro de mí, como la llama de una vela capaz de resistir a todos los vientos, que hubiese debido abarcarlos con mi propio ser, derivaba, perdido y abandonado, en la exterioridad pura. Llegó la noche. Era una noche sin luna, muy oscura, llena de estrellas; como en esa tierra llana el horizonte es bajo y el río duplicaba el cielo yo tuve, durante un buen rato, la impresión de ir avanzando, no por el agua, sino por el firmamento negro. Cada vez que el remo tocaba el agua, muchas estrellas, reflejadas en la superfície, parecían estallar, pulverizarse, desaparecer en el elemento que les daba origen y las mantenía en su lugar, transformándose, de puntos firmes y luminosos, en manchas informes o líneas caprichosas de modo tal que parecía que, a mi paso, el elemento por el que derivaba iba siendo aniquilado o reabsorbido por la oscuridad.

El cansancio me llevó a la orilla. Me dormí en la canoa. En el alba, una voz me despertó.

Tiene barba, decía, cautelosa, pero no lejos de mis oídos. Cuándo abrí los ojos, dos barbudos, que aferraban armas de fuego, inclinados hacia mí, me observaban, sorprendidos.

Cascos relucientes coronaban sus cabezas; parecían cansados y un poco simples. Como yo dormía con la cabeza hacia tierra y ellos estaban inclinados hacia mí desde la orilla, al principio tuve un sobresalto, porque vi sus caras al revés y creí -salía de un sueño-, que eran una especie particular de aborígenes, a los que la naturaleza les había dado, por capricho, cabezas invertidas, pero al incorporarme, brusco, asustando un poco a los dos hombres que se irguieron amenazándome con sus armas, pude comprobar que las cabezas estaban en el lugar adecuado y que las caras que me contemplaban no sin espanto se parecían mucho a tantas otras que había visto, durante mi infancia, en los puertos. Para apaciguarlos, empecé a contarles mi historia, pero a medida que hablaba veía crecer el asombro en sus



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