El amor es como un par de zapatos by Erika Fiorucci

El amor es como un par de zapatos by Erika Fiorucci

autor:Erika Fiorucci [Fiorucci, Erika]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-06T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIEZ

ALEX

Mi amiga Marianne tuvo una crisis, una de las feas, por lo que tuve que pasar el domingo en su casa, botella de vodka en mano, tratando de hacerle entender que se estaba ahogando en un vaso de agua. Parte del lunes, mientras comenzaba a estructurar los capítulos de la próxima temporada de mi programa, gracias a mis contactos, le organicé un viaje relámpago a Londres para que arreglara las cosas con su novio.

El mencionado novio, Vadim Chekov, millonario ruso y cara de palo de proporciones olímpicas para más detalles, no era de mis personas favoritas en el mundo porque había hecho sentir a mi amiga como una piltrafa cuando se conocieron. Está bien, ella había mentido, pero él tampoco era ningún santo señor y nadie hace sentir mal a mi mejor amiga. Punto.

Sin embargo, y a pesar de que yo estaba en contra de cualquier cosa que implicara perseguir a un hombre, porque ese es el deber sagrado de ellos otorgado por la Providencia, y si se lo quitas, sirven de muy poco; en esta oportunidad Marianne había metido la pata, otra vez, y si quería salvar su relación tendría que ir a buscarlo, disculparse y rogar que el señor «cara de mafioso ruso» no se enterara nunca de aquellos besos con Sergei, el mejor amigo de ambos.

Ya dije que había sido una gran crisis.

Todo un dramón estilo cliché de triángulo amoroso.

Y hablando de perseguir hombres…

Mason.

No me había llamado. Ni el sábado, ni el domingo, ni el lunes, ni el martes.

No es que hubiésemos quedado en nada, pero una chica tiene sentimientos y le gusta sentirse apreciada.

Nunca me hizo falta ser de las que ven el teléfono constantemente y hasta comprueban si hay algo que no esté funcionando cuando la llamada o el mensaje que espera no llega.

Los mensajes que esperaba, llegaban. Los que no llegaban, no me interesaban. Punto.

Hasta ese momento.

Me daba vergüenza admitirme a mí misma que la rutina de mirar el teléfono había aparecido algunas veces durante estos días, más de las recomendables para la salud, y hasta había inventado alguna frase divertida y coqueta que escribirle.

Borré todos esos mensajes antes de que mis dedos traidores decidiesen enviarlos.

Dignidad ante todo.

Y allí estaba en casita, sola y aburrida, pensando que se cumplía justo una semana desde el día que conocí a cierto gigante tatuado y entreteniendo pensamientos que me decían que la fulana «dignidad», como todo concepto filosófico, tenía varias acepciones.

Miré nuevamente el teléfono.

Según la última información recibida, Marianne no encontró a Vadim en Londres y ahora iba rumbo a Moscú para perseguirlo hasta el fin del mundo de ser necesario, así que mi mejor amiga no era una opción para llamarla y que hiciera entrar pensamientos dignos a mi cabeza porque no estaba disponible. Además, estaba haciendo eso que yo decía que las mujeres no debían hacer, así que sería de poca ayuda para aconsejarme sobre no perseguir hombres y mantenerse digna.

Traté de pensar en Moscú, de estructurar algún esquema sobre esa ciudad para la



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