Deuda de familia II by Nadia Noor

Deuda de familia II by Nadia Noor

autor:Nadia Noor [Noor, Nadia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-01T00:00:00+00:00


* * *

Sergio se quedó mudo debido al asombro cuando Anastasia terminó de contar la desgracia que se cernió sobre ella, tres años atrás.

—Lo siento mucho —repuso con voz cálida, mientras la abrazaba con ternura.

Anastasia se apretó a su torso apoyando la cabeza en su pecho, donde sonrió al verse saludada por los alegres latidos de su corazón. Sergio le acarició los cabellos, susurrándole palabras tranquilizadoras al oído.

—Ya no me duele tanto recordarlo —añadió ella, cuando al fin se atrevió a levantar la mirada hacia él—. Es solo que, me preocupa, tu… reacción. Me inquieta lo que puedas sentir… al saber que no estoy… ya sabes.

Sergio la miró un tanto desconcertado.

—No puedo sentir otra cosa, aparte de cariño y amor hacia ti. Antes de contarme este desagradable episodio de tu vida y después. No te aflijas, nada de lo que ha pasado fue culpa tuya. El tipo de hombre que hace eso no es merecedor de llamarse hombre, y la sociedad debería castigarlos con dureza para que episodios así no vuelvan a producirse.

La joven sonrió y la rigidez de sus hombros fue desapareciendo de forma paulatina.

—Después de lo que me hizo Damián, he dejado de sentir atracción hacia los hombres. Cada vez que algún pretendiente me tocaba, me acordaba de él, desnudo y arrodillado ante el altar, y se me helaba la sangre. Hasta que te conocí a ti.

Sergio posó los labios sobre los suyos, al tiempo que sus manos le acariciaban la zona alta de su cintura, formando unas líneas irregulares sobre la superficie sedosa del vestido. Ella se apretó más a su pecho, rodeándole los hombros con fervor. Animado por su gesto, intensificó el beso y le introdujo la lengua en el interior de su boca, acariciándolo. Sabía bien, era dulce y cálida. Y húmeda. Anastasia respondió de buena gana y el primer contacto les supo maravilloso, suave y abrasador.

Con pesar, separaron los labios unos pocos centímetros y se contemplaron con una intensidad desbordante. De cerca, los ojos de Sergio se veían muy azules y ella se mareó de felicidad y dicha, perdida en esas profundidades, tan parecidas a las inmensas aguas del mar.

—Eres preciosa. Haces que todo sea muy sencillo. Es muy fácil enamorarse de ti.

—Y de ti, más fácil todavía —declaró ella con la cara iluminada por el optimismo—. ¿Entramos? Mi familia nos está esperando.

—Entremos. Juntos —anunció él, envalentonado.

—Mi padre ya sabe lo nuestro. No se opondrá porque se siente muy desdichado por haber sido violada delante de sus narices, además de haber insistido para que saliese esa noche con Damián. No pudo hacer nada en contra de ellos, aparte de romper el compromiso y echarlos de casa, claro. Para recompensarme, prometió que me dejaría escoger yo misma a mi marido. Y ya le dije que te había elegido a ti.

Sergio tenía la sensación de estar metido dentro de un carrusel que no paraba de dar vueltas. De pronto, su vida cobraba sentido. Recordó las palabras del general Albori: la casa, la criada, la esposa y los hijos.



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