Un sonido atronador by Ray Bradbury

Un sonido atronador by Ray Bradbury

autor:Ray Bradbury [Bradbury, Ray]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1952-07-15T00:00:00+00:00


Y de esa inmensa caja torácica en la parte superior del cuerpo colgaban dos patas finas, patas con garras con las que podría levantar y escudriñar personas como si fueran juguetes y, a la vez, enroscar su cuello de serpiente. Y la cabeza, una tonelada de piedra esculpida que se elevaba con facilidad hacia el cielo. Por su boca abierta asomaba una hilera de dientes como dagas. Ojos en blanco como huevos de avestruz, sin más expresión que el hambre.

Cerró la boca, dibujando una sonrisa mortífera. Y corrió. Los huesos de su pelvis se abrían paso destrozando árboles y matorrales. Con las garras arañaba la tierra húmeda y hollaba surcos de quince centímetros de profundidad allá donde cargaba todo su peso. Corrió, deslizándose con pasos de bailarina, con demasiada compostura y equilibrio a pesar de sus diez toneladas. Se movió con cautela a una zona soleada, sus preciosas patas reptilianas acariciando el aire.

—Madre mía. —La boca de Eckels se contrajo—. Podría estirarse y agarrar la luna.

—¡Chist! —Travis tiró de él bruscamente—. Todavía no nos ha visto.

—No se le puede matar —Eckels pronunció su veredicto en voz baja, como si fuera indiscutible. Había sopesado las evidencias y ese era su parecer. El rifle en su mano parecía un arma de juguete—. Ha sido una locura venir aquí. Esto es imposible.

—¡Cállese! —dijo Travis entre dientes.

—Una pesadilla.

—Dese la vuelta —ordenó Travis—. Camine en silencio hacia la Máquina. Le devolveremos la mitad del pago.

—No me lo esperaba tan grande —dijo Eckels—. Calculé mal, eso es todo. Y ahora quiero salir de aquí.

—¡Nos está viendo!

—¡Ahí está la mancha roja en su pecho!

El Lagarto Tirano se incorporó. Su carne acorazada brillaba como mil monedas verdes. Las monedas, cubiertas de una costra de baba, desprendían vaho. En la baba rebullían diminutos insectos que hacían que su cuerpo entero pareciera contraerse y retorcerse, incluso cuando el Monstruo ni siquiera se movía. Exhaló. Un hedor a carne cruda invadió la selva.



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