Mantente Salvaje by Ara Gonz
autor:Ara Gonz.
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ara Gonz
publicado: 2022-09-01T00:00:00+00:00
CapÃtulo 17.
William lo vio todo rojo. Una furia profunda corrió por sus venas y el deseo de matar quemó en sus entrañas. Sentir cómo Georgiana temblaba entre sus brazos mientras escondÃa el rostro contra su cuello, tampoco ayudó a su control. Solo querÃa venganza.
Venganza.
Venganza.
Venganza.
Esa maldita palabra que impulsó su vida; en ese momento, adquirÃa un nuevo significado. Ya no solo se trataba de aquello que le fue robado en su infancia. ¡No! Este negro sentimiento envolvÃa a la mujer más perfecta que hubiera conocido. Una fémina segura y de caracter perfecto que, en ese instante, parecÃa un pequeño felino lastimado.
âMantente salvaje, gata âmurmuró contra sus cabellosâ Mantente salvaje para mÃ, por favor âsuplicó cuando ya llegaban hasta el carruaje.
Jota lo esperaba con la preocupación pintada en la mirada. Agradeció que no emitiera palabra alguna cuando depositó el cuerpo tembloroso de Georgiana dentro del habitáculo; tampoco lo hizo cuando se sentó a su lado y la acomodó en su regazo.
No se preocupó cuando los pasos de John no siguieron los suyos. Ãl sabÃa que su amigo se encargarÃa de ese maldito vicario y, en lo profundo de su alma, deseó que lo hiciera sufrir. No merecÃa nada menos que la agonÃa hasta que una muerte cruel y lenta llegara en su búsqueda.
El vehÃculo se tambaleó a medida que avanzaba y los cascos de los caballos fue el único sonido que se levantó entre ellos. Georgiana mantuvo los ojos cerrados y el rostro escondido contra el cuello de William. Ãl, por su parte, acarició su brazo y espalda; las palabras escaparon de su boca, convertidas en dolorosas súplicas apagadas.
âMantente salvaje para mÃ, gata hermosa.
Jota los observó en silencio. La sorpresa mezclándose con el regocijo. Era la primera vez que su capitán mostraba interés genuino por una mujer y, como el amigo leal que era, se sintió feliz porque habÃa encontrado a su igual.
Ella era su Yin.
â¿Por qué sonrÃes? âla voz profunda de William hizo que Jota regresara en sÃ.
âNada en particular.
âNos conocemos...
âEs verdad âconvino el galeno con una suave sonrisaâ. Recordé al viejo médico chino que nos asistió en el puerto de Cantón âWilliam frunció el ceño, sin comprender a qué venÃa esa referencia. Jota amplió la sonrisaâ. No me mires como si estuviera demente, William. ¿Recuerdas que pasé un tiempo aprendiendo su arte?
âSÃ.
âÃl habló de cuestiones que no comprendà en ese momento. Ahora lo hago âseñaló a Georgiana con el mentón. William la miró y su alma se sintió en calma al descubrir que estaba dormidaâ. Ella es tu yin.
El corsario desvió la mirada hacia su excéntrico amigo. No comprendÃa de qué hablaba; sin embargo, mantuvo el silencio. HacÃa mucho tiempo que habÃa aprendido cómo actuar con Jota. Ãl manifestaba sus pensamientos con calma y de modo directo. Jamás le importó lo que la gente pensara y eso, a ojos de William, era una caracterÃstica admirable.
La honestidad era admirable.
âEs esa fuerza opuesta que te complementa. La fiereza de un mar bravÃo que puede ser conquistado por un corsario como tú. Eres decidido, seguro y, muchas veces temerario, William.
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