Andrómeda. La estancia by Brandon Q. Morris

Andrómeda. La estancia by Brandon Q. Morris

autor:Brandon Q. Morris [Morris, Brandon Q.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-31T00:00:00+00:00


* * *

APARCAN el gusano en un pasillo ancho, colgándolo del techo. De esta forma no ocupa espacio innecesariamente. Hannibal deja a las dos mujeres ir delante. Su plan funciona y puede entrar en la cantina semioculto tras ellas. Se sienta en una pequeña mesa como si no perteneciera para nada a este ambiente.

Bessie y Elisabeth consiguen compañía bastante rápido. A su mesa se sientan tres hombres vestidos con las típicas prendas de artesanos. Hannibal se acerca al mostrador de comidas. Solo puede elegir entre tres platos sintéticos estándar. Pregunta por el queso.

—No tenemos —dice la joven tras el mostrador—. Eso es comida de turistas. De hecho, aquí no le gusta a nadie. Debes saber que se fabrica con fermentación natural, así que nunca se sabe exactamente qué sabor tiene. Pero lo puedes comprar en la administración de la ciudad. Aquí te recomendaría el queso sintético de la carta de postres; con eso sabrás, al menos, qué te estás comiendo.

—Pues no, gracias.

Regresa a su mesa con una porción del plato número 2. Aunque no tiene nombre y recuerda a un puré, tiene un sabor delicioso a huevo y espinacas. Bessie y Elisabeth conversan animadas con los tres artesanos y sus voces le llegan inteligibles a su mesa; parece que las están intentando convencer de que se establezcan en Delta-7.

—Ya me gustaría —dice Bessie—. Pero aquí la vida parece igual de aburrida que en mi ciudad.

—Últimamente ya no tanto —dice uno de los hombres—. Antes de ayer tuvimos una gran intervención contra esa mierda de polvo. Todos los adultos tuvieron que salir a combatirlo.

—¿Qué pasó? —pregunta Elisabeth.

—Primero, algunos vehículos de mantenimiento cobraron vida ellos solos por arte de magia —afirma el hombre—. Entonces, el polvo hizo saltar por los aires uno de los portones de entrada.

—De saltar por los aires nada —le contradice su compañero—. Dicen que se colaron múltiples serpientes negras por las rendijas.

—Tonterías. Esas serpientes las vio Riley borracha como una cuba. ¡Ya la conoces! Y fue ella quien hizo entonces saltar la puerta por los aires.

—No hay pruebas de eso. La investigación la ha exonerado.

—Porque está bajo la protección de la Iglesia de la Fe. Es la hija de un obispo.

—Perdonad a mi compañero —se disculpa el hombre—. Lo que os está contando lo ha oído en a saber qué oscuro rincón. No hay pruebas de ello.

—Sí, seguramente la gente habla mucho cuando se aburre —apunta Bessie—. A nosotros nos pasa lo mismo.

—¡Pero seguro que vosotros no tenéis un hallazgo arqueológico como nosotros! —señala el segundo hombre triunfante, mientras el primero le da un codazo.

—¡Sacha, que eso es secreto! —le advierte.

—Pero si lo sabe todo el mundo ya —responde Sasha—. Hasta hace un par de días colgaba aquí la oferta de trabajo. Han buscado conductores. Parece ser que no está muy cerca de aquí.

—¡Qué pena, habría dado cualquier cosa por conseguir un trabajo en el exterior! —dice Bessie—. Odio pasarme el día con un techo sobre la cabeza.

—Pues inténtalo con los arqueólogos —comenta Sasha—. Cambian los turnos siempre a las 6, a las 14 y a las 22 horas.



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