Viaje al sur by Juan Marsé

Viaje al sur by Juan Marsé

autor:Juan Marsé [Marsé, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


11 de octubre

Los arrabales de Chiclana: casas encaladas, sobre un terreno desigual y enfangado, muchos niños desharrapados en las calles y en los interiores sombríos, chumberas y pitas, luce un gran sol, hay un estallido de luz en la cal de las paredes. Nos acompaña Pepe Virués. Al pasar por la calle de los Obreros, Pepe nos dice que lo malo de la gente de este barrio no es que viva tan pobre, sino tan sucia…, y que la visita no tiene, desde luego, ningún interés. Sentados a la sombra de los portales hay algunos hombres adormilados, con chiquillos entre las piernas. La mayoría son braceros, según nos explica Pepe, y de aquí sale toda la emigración.

—Son muy vagos —dice nuestro querido bodeguero—. Mejor que se vayan al extranjero. Y es lo que yo digo, el que en Chiclana es un vago y un inútil lo es en todas partes del mundo, y aunque se vaya a Alemania o a Francia, lo seguirá siendo.

Le decimos a Pepe que no tiene razón, y que, en cualquier caso, el problema de la holgazanería nunca debe ser mencionado sin tener en cuenta el mal pago de estos hombres. Y Pepe, a propósito de nada, nos contesta poniéndose a hablar del papa Juan XXIII.

En Chiclana hay, además, un marica al que llaman la Fabiola. La madre del Generalísimo Trujillo nació en Chiclana, y Pepe nos habla de una visita que hizo años atrás el Generalísimo, para ver donde había nacido su madre. El Generalísimo dio mucho a los pobres.

El casino Pepe Gallardo es un local de techo alto y paredes con azulejos, donde cuelgan dos cabezas de toro que mató Pepe Gallardo y un gran retrato de este entre los de Paquito y el Chiclanero. Al fondo hay un aparato de televisión, y frente a él butacas de cuero donde se sientan algunos señores y una muchacha que parece forastera. De una dependencia contigua nos llega un ruido de bolas de billar chocando entre sí. En una mesa próxima a la nuestra conversan aburridamente el notario, hombre de cabellos blancos y aspecto distinguido, el alcalde y el arquitecto municipal, con traje negro, gordo, congestionado. Siguiendo una vieja tradición de casino español, un rito casi, cimentado sobre una herencia de ocio y de robo más o menos sistematizado, estos señores están perfectos en su cotidiana hora estomacal y digestiva, con esa inmovilidad de mofletes, de sudorosa papada y de manos regordetas cruzadas sobre el vientre, y solo sus ojillos se animan bajo la pesadez de los párpados, muy de tarde en tarde, al paso de alguna muchacha de pechos erguidos o rumbosas caderas.

Pepe Virués se nos descubre poco a poco: al final va a resultar un reaccionario y señorón de narices. Aspira a comprarse un Seat grande. «Si no lo tengo ya, es porque no he querido, claro». De ahora en adelante solo se ocupará de una cosa: vivir bien. España está en marcha, afirma, y opina que el Concilio Ecuménico (extraña relación de ideas) será un gran éxito y un verdadero triunfo para la Iglesia.



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