Sin Cambios by Gail Carriger

Sin Cambios by Gail Carriger

autor:Gail Carriger [Carriger, Gail]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico, Romántico, Aventura
ISBN: 978-84-92929-43-6
publicado: 2010-04-07T00:00:00+00:00


* * *

Tunstell, como el actor dramático que era, no se tomó el rechazo de la señorita Hisselpenny especialmente bien. Se sumió en un estado de depresión absoluta hasta el punto de que pasó el resto del día sumido en su desgracia. Superada por la situación, Ivy acudió a Alexia en busca de ayuda.

—Pero ha sido tan arisco conmigo. Y durante tres horas. ¿No podría cambiar de opinión, aunque solo fuera un poquito? Tal vez nunca llegue a recuperarse de semejante desengaño.

—Dale más tiempo —respondió Alexia—, mi querida Ivy. Creo que al final verás cómo se recupera.

Madame Lefoux apareció en aquel preciso instante.

—¿Ha ocurrido algo malo? —preguntó al ver el rostro de la señorita Hisselpenny.

Ivy dejó escapar un pequeño sollozo y enterró la cara en un pañuelo de seda rosa.

—La señorita Hisselpenny se ha visto obligada a rechazar al señor Tunstell —intervino Alexia en voz baja—. Está muy afectada.

El rostro de madame Lefoux adoptó el aire sombrío que requería una situación como aquella.

—Oh, señorita Hisselpenny, no sabe cuánto lo siento. Debe de sentirse apenada.

Ivy agitó el pañuelo, ya empapado, como queriendo decir las palabras no son suficiente para expresar la tristeza que siento. A continuación, y puesto que para Ivy un gesto cargado de significado nunca era suficiente si con una floritura verbal podía remarcarse el efecto, añadió—: Las palabras no son suficiente para expresar la tristeza que siento.

Alexia le dio una palmadita en el hombro a su amiga y luego se volvió hacia la inventora.

—Madame Lefoux, ¿podemos hablar en privado?

—Sabe que siempre estoy a su disposición, lady Maccon. Para lo que sea.

Alexia prefirió no reparar en el posible significado de ese «para lo que sea».

Las dos mujeres se retiraron a una apartada esquina de la cubierta de relajación, desde donde la señorita Hisselpenny no pudiera oír sus palabras y donde estuvieran resguardadas de las sempiternas brisas de éter, que a Alexia le provocaban un cierto cosquilleo, casi como partículas eléctricas, pero más agradables. Se imaginaba los gases del éter como nubes de luciérnagas revoloteando cerca de su piel, que de pronto se alejaban cuando el dirigible tomaba una fuerte corriente y atravesaba veloz otras. No resultaba desagradable, pero podía llegar a distraer la atención de cualquiera.

—Tengo entendido que ayer por la noche se vio usted envuelta en una discusión, después de nuestra pequeña escapada. —Lady Maccon no se molestó en endulzar sus palabras.

Madame Lefoux hizo un mohín con los labios.

—Puede que le gritara al asistente por su negligencia. Se tomó un tiempo inadmisible en conseguir una escalera.

—La discusión fue en francés.

Madame Lefoux no tenía respuesta para aquello.

Lady Maccon decidió entonces cambiar de táctica.

—¿Por qué me sigue hasta Escocia?

—¿Está usted segura, mi querida lady Maccon, de que es a usted a quien estoy siguiendo?

—No creo que haya desarrollado una pasión repentina por el asistente de mi esposo.

—No, en eso tiene razón.

—¿Entonces?

—Entonces, no soy ningún peligro para usted o los suyos, lady Maccon. Espero que me crea, pero no puedo decirle nada más.

—No es suficiente. Me está pidiendo que confíe en usted sin darme ningún motivo para hacerlo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.