Leer es resistir by Mario Mendoza

Leer es resistir by Mario Mendoza

autor:Mario Mendoza
La lengua: spa
Format: mobi
ISBN: 9786280004013
editor: Planeta Colombia
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


8. El extraño karma de Sofía Mendelson

Hace poco estuve en Villa de Leyva refugiándome por unos cuantos días de la pandemia y las malas noticias, tanto nacionales como internacionales. Estaba harto de los artículos acerca de las vacunas, del virus, de los oscuros pronósticos. Me quedé en un hotel cerca de la Plaza Mayor, caminé por las callecitas empedradas y disfruté de esa sensación de paz que dan los pueblos cuando el contagio y la lista de muertos no son los protagonistas de todos los días.

Una tarde me hice en un rincón de un café casi desocupado a leer las cartas entre Paul Auster y Coetzee. Entonces la vi: era la única persona del lugar, al fondo del patio, entre árboles y flores de azahar. Parecía estar tomando notas de un libro que leía con auténtica devoción. Le calculé unos cincuenta años (luego me enteraría de que tenía 62 en ese momento) y me agradó la forma como agarraba la taza de café, elevándola con cierta elegancia mientras continuaba leyendo sin perder la concentración. No había perdido la lozanía ni la fuerza de la juventud, y eso la ubicaba en una franja curiosa, en una especie de limbo en donde el paso del tiempo no le hacía mella. Llevaba una falda gitana de colores, unas sandalias de cuero y una pañoleta azul marino en la cabeza. Me encantó su compañía, así que me hice en el lado opuesto del patio y saqué mi libro con cierta despreocupación. Leí sin parar una media hora, hasta que ella me miró con cierto desparpajo, se sonrió y me dijo en un tono de voz medio, apenas el justo para que yo la escuchara:

—Discúlpeme que lo moleste: ¿no es usted el escritor, Mario Mendoza?

Nos encontrábamos sin tapabocas porque no había nadie a nuestro alrededor. Le devolví la sonrisa y le dije con cierta resignación:

—Me encantaría ser otro, pero sí, soy el escritor.

—No me va a creer esta supuesta coincidencia —y aquí hizo un giro en el aire con la mano, como si estuviera representando ante mí un acto de prestidigitación—, pero estoy leyendo justo un libro suyo.

Entonces se acercó a una mochila que estaba escondida detrás de una matera y sacó El Libro de las Revelaciones. Yo solo atiné a decir:

—Intenta tutearme. Estoy viejo, pero no tanto.

Y nos reímos celebrando nuestro encuentro. Enseguida le cité la conocida frase de Borges: todo encuentro casual es una cita. No sabía en realidad lo que estaba diciendo. Los meses siguientes me confirmarían de una manera contundente esa idea. El azar se equivoca poco.

Esa tarde conversamos felices durante tres horas, hasta que el frío y el dolor en las piernas nos obligaron a levantarnos y salir a caminar. Me contó que era psicoanalista y que se había hecho a una pequeña clientela entre la gente del pueblo. Desde el origen de la pandemia estaba pasando una temporada con una vieja amiga de la universidad,

—No extraño la ciudad para nada —me dijo con fastidio—. Las motos, las bicicletas de



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