La Sylphide by Jose Gil Romero & Goretti Irisarri

La Sylphide by Jose Gil Romero & Goretti Irisarri

autor:Jose Gil Romero & Goretti Irisarri [Gil Romero, Jose & Irisarri, Goretti]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Aventuras, Fantástico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2019-05-15T00:00:00+00:00


6

Se encoge de hombros, riéndose de sí mismo.

—Tú ya conoces mi situación: por mi mala cabeza tengo lo que merezco; ya ves tú, adónde me han conducido unos ideales que hoy ya no le importan a nadie.

Granada le quita hierro:

—No digas eso, Laurito. Es verdad que la mayoría de la gente está abobancada, y que ya nadie cree en nada, pero no todo el mundo está dormido en este país.

Acaba de abrir sus puertas pero, a fuerza de fritanga, las maderas de Casa Labra huelen ya a centenario. El menú es tradicional y los precios asequibles; desde que fue inaugurada hace apenas unas semanas, en todo Madrid se comentan las bondades de sus croquetas y buñuelos. Fritos, aceitosos y regados con un buen vino, así los toman ahora Granada y Losantos, acodados en la barra, dándole la espalda a las puertas abiertas a la calle y enfrentados al pequeño salón de comidas que está siempre atestado de comensales. La cola para conseguir mesa llega a la esquina de la calle Preciados. Para compartir un par de croquetas y unos vinos se está mejor en la barra, aunque el sitio sea pequeño y la gente, codo con codo, haya de hacer hueco a los camareros que pasan con bandeja. Dentro de veinte años, el tipógrafo Pablo Iglesias juntará un grupo de amigos y fundarán allí su partido, el Socialista Obrero Español.

Losantos agradece esas palabras con un mohín que deja paso a la nostalgia; pone su mano sobre el hombro del policía y prosigue:

—Mira, Granadita: hace muchos años, pero esa deuda… todavía la tengo pendiente contigo. Fue muy grande aquello que hiciste por mí.

—¿Mirar para otro lado? —truena la risa del inspector—. Aquí eso lo hace todo el mundo a todas horas, hombre. Y además, qué cojones, no había una sola mentira en aquel manifiesto que escribiste. Ni una. No se puede castigar a un hombre por decir la verdad.

Retuerce el corpachón para girarse.

—¡Jefe, dos vinos más! —grita al camarero; el chico anda al otro extremo, acuciado por decenas de clientes.

Melquíades Granada se acaba la última croqueta de bacalao. Que Losantos le esté agradecido no hace sino demostrar la nobleza de su amigo. El camarero deposita dos vasos de vino sobre el mármol como solo en Madrid suelen hacerlo: haciendo sonar fuerte el cristal contra el mostrador igual que si pretendieran estallarlo.

Chocan los dos hombres los vasos y brindan.

—Por Patricia.

—Por Patricia —repite Granada por lo bajo.

Y se le viene a la boca el sabor de un último beso, un susurro, el color del pelo de Patricia al sol. Granada niega varias veces para borrar los sabores, los sonidos y los colores, como un perro que se sacude el agua de encima.

Beben hasta apurar el fondo del vaso.



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