La fragilidad de un imperio by Pedro J. Alcántara

La fragilidad de un imperio by Pedro J. Alcántara

autor:Pedro J. Alcántara [Alcántara, Pedro J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-15T00:00:00+00:00


24. EL JOVEN CONVALECIENTE

El calor del verano siempre lo ponía de buen humor. Llevaba tres días en cama, reposando y durmiendo más de doce horas por jornada que, sin embargo, parecían no ser suficientes. Erol tenía tan pocas fuerzas que incluso necesitaba ayuda para incorporarse cuando le traían la comida.

Tanto su hermano como Torek habían permanecido a su lado los primeros dos días desde que «despertase», pero ni siquiera ellos podían escapar a sus obligaciones para siempre. Torek tenía una ciudad que dirigir; y Sthunk acabaría tan enfermo como su hermano si no volvía pronto a su rutina. Era como si el hijo mayor de Torek necesitase la actividad física para mantenerse cuerdo, para eliminar lo negativo que se le acumulaba dentro. Erol se planteaba qué ocurriría si era Sthunk el que acababa gravemente herido y cómo se comportaría cuando tuviese que guardar reposo. Seguramente, su hermano fuese un paciente horrible. Igual que Torek.

Todo Kálahar sabía que Erol había sido apuñalado por uno de los shámaros que se infiltraron en la ciudad, pero la versión oficial era que solo había estado a punto de morir. Los curiosos fueron informados de que Frenisek llegó justo a tiempo para detener la hemorragia, provocada por una punzada a pocos centímetros del corazón. El lamentable estado en el que se encontraba Erol confirmaba que seguía respirando por poco.

Frenisek se ganó el respeto de los ciudadanos y la admiración de sus compañeros de profesión, maravillados por su pericia para contener la vida dentro de un cuerpo tan gravemente dañado.

Los tres testigos de su vuelta entre los vivos acordaron mantener a Erol bajo vigilancia, pues sin importar cuánto apreciasen al chico, entendían que lo sucedido no había sido natural. Una visión más imparcial de la situación, que sin duda tendrían los ciudadanos, exigiría respuestas que ninguno de ellos podía proporcionar. Erol, por su parte, estaban tan perplejo como sus acompañantes de aquella noche.

Al principio le costó aceptar que no le gastaban una broma. Acabó por entender que no era así cuando el gesto pétreo de Frenisek le reveló, inequívocamente, que lo ocurrido escapaba en todos los aspectos a sus conocimientos sobre el cuerpo humano.

Y mientras todos lo cuidaban tratando de olvidar lo ocurrido cuanto antes, Erol no dejaba de pensar en los motivos de su vuelta a la vida. A medida que pasaban las horas tenía recuerdos más nítidos de esa noche: recordaba la charla con Esoj; recordaba cómo este le había clavado su cuchillo justo en el corazón; recordaba desfallecer inerte sobre la tierra de Kálahar y no tener fuerzas para levantarse, la visión volviéndose cada vez menos nítida, sus párpados cayendo lenta e irremediablemente para no volver a abrirse jamás.

Pero allí estaba. Vivo. No entendía qué había pasado, pero sí estaba seguro de que ningún habitante de Kálahar podría explicarlo. No, si quería entender por qué había vuelto a la vida, debería cruzar el Khor y buscar a un viejo amigo…

La puerta se abrió y del otro lado apareció una joven desconocida. Era una muchacha menuda, con las mejillas redondeadas y una nariz muy pequeña.



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