El Tao de Pooh by Benjamin Hoff

El Tao de Pooh by Benjamin Hoff

autor:Benjamin Hoff
La lengua: spa
Format: azw3, epub
Tags: Filosofía, Espiritualidad, Ensayo
editor: ePubLibre
publicado: 1982-01-01T06:00:00+00:00


Quienes actúan en conformidad con el Curso de Pooh descubren que cosas como esta les suceden todo el tiempo. Es difícil de explicar, a menos que sea con un ejemplo, pero funciona. Las cosas solo ocurren de la forma correcta y en el momento adecuado. Al menos, así es cuando se lo permites, cuando trabajas en concordancia con las circunstancias en lugar de decirte: «Esto no tendría que estar pasando así» y esforzarte en hacer que sucedan de otra manera. Si estás en sintonía con El Modo En Que Funcionan Las Cosas, las cosas funcionarán como es necesario, independientemente de tu opinión al respecto en ese instante. Más adelante, podrás volver la vista y decir: «Ah, ahora lo entiendo. Eso tenía que pasar para que esas otras cosas pudieran ocurrir, y esas otras cosas tenían que pasar para que sucediera esto». Ahí es cuando te das cuenta de que, aunque intentaras que todo saliera a la perfección, no podías hacerlo mejor, y de que, si lo hubieras intentado con todas tus fuerzas, habrías causado un verdadero estropicio.

Veamos otro ejemplo de Cosas Que Salen Bien: la fiesta de cumpleaños de Ígor, organizada por Pooh y Piglet.

Pooh descubrió que era el cumpleaños de Ígor (después de que el propio Ígor se lo dijera) y decidió hacerle un regalo. Fue a casa a por un tarro de miel que regalarle y habló con Piglet, que decidió a su vez darle a Ígor un globo que había guardado de una fiesta suya. Mientras Piglet iba a por el globo, Pooh se dirigió a casa de Ígor con el tarro de miel.

Sin embargo, pasado un rato, Pooh comenzó a tener Hambre.

Así que se sentó y destapó su tarro de miel. «Menos mal que he traído esto —pensó—. A más de un oso que sale en un día caluroso como este no se le ocurre llevarse algo para picar.» Y, dicho esto, empezó a comer.

«A ver que piense —se dijo mientras le pegaba el último lametón al interior del tarro—, ¿adónde iba yo? Ah, sí, Ígor.» Y se levantó despacio.

Y entonces se acordó de golpe: ¡se había comido el regalo de cumpleaños de Ígor!



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