El cerdito de Navidad by J.K. Rowling

El cerdito de Navidad by J.K. Rowling

autor:J.K. Rowling
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2021-09-03T07:26:26+00:00


La brújula, que hacía equilibrios sobre su borde de latón, era mucho más bajita que Jack y el cerdito de Navidad. Tenía el cristal agrietado y la aguja, en lugar de señalar al norte como debería, colgaba ligeramente torcida.

Jack estaba tan preocupado por las palabras que Poesía acababa de susurrarle que, en lugar de saludarla, miró al cerdito de Navidad y le soltó:

— ¡Dice Poesía que, una vez que Allí Arriba pase la medianoche, ya no podré salir del Mundo de las Cosas Perdidas!

— Sí, yo también he oído ese rumor — confirmó la brújula antes de que el cerdito de Navidad pudiese contestar— . El Perdedor cree que, si impide que os encuentren antes de la medianoche, podrá quedarse con vosotros para siempre, pero no lo entiendo, porque no es así como suelen funcionar las cosas. Lo que se pierde se pierde y lo que se encuentra se encuentra, no importa cuándo.

Pero Jack tenía la desagradable sensación de que sabía por qué el Perdedor creía aquello, y cuando vio la cara que ponía el cerdito de Navidad se dio cuenta de que él también: si la Nochebuena era la única noche del año en que un niño de carne y hueso podía entrar en el Mundo de las Cosas Perdidas, seguramente también era la única noche en que ese niño podía regresar al Mundo de los Vivos. Sin embargo, Jack no dijo nada porque no quería revelarle a la brújula que era humano.

— ¿Y cómo os llamáis? — preguntó la brújula mirándolos alternativamente.

— Yo soy el Cerdito de Navidad — contestó el cerdito de Navidad— y éste es el Niño Pijama: es una figura de acción.

— Mis poderes son el sueño y la fantasía — añadió Jack.

— Mmm — murmuró la brújula— , pues esta noche no vais a tener mucho ni de lo uno ni de lo otro. Dormirse es peligroso. ¡En marcha!

Y, sin más preámbulo, salió rodando tan deprisa que Jack y el cerdito de Navidad tuvieron que echar a correr resbalando y derrapando por el suelo rocoso y nevado del páramo para alcanzarla. Al poco rato, Jack, que iba descalzo, ya tenía los pies doloridos de correr por aquellas rocas rasposas y frías.

— Bueno, tengo que advertiros que aquí, en el páramo, hay algunas Cosas muy raras — les dijo la brújula sin detenerse— , ¡y algunas son casi tan malas como el Perdedor!

— ¿En serio? — preguntó Jack, atemorizado.

— ¡Ya lo creo! Veréis: a nadie le importa que esas Cosas hayan desaparecido. ¡A algunas las perdieron a propósito, y la verdad es que no se lo reprocho a sus dueños! ¡Hay Cosas que no vale la pena conservar!

De pronto se detuvo, se dio la vuelta y los miró con el ceño fruncido.

— ¿Qué es ese traqueteo?

— Ah, soy yo — contestó el cerdito de Navidad, que se sujetaba la barriga, como solía hacer, para que no se le movieran tanto las bolitas— . Tengo la barriga rellena de bolitas de plástico.

— Pues que no se



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