Ãrase una vez... el placer by Andrea Adrich
autor:Andrea Adrich [Adrich, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-09-30T00:00:00+00:00
CapÃtulo 41
Adriana
Gemà cuando Ãlex me lamió el cuello. ¡Me cago en la puta leche!
Ya lo creo que su fórmula magistral era efectiva. No volvà a acordarme de la tormenta en toda la noche. PodÃa haber caÃdo una bomba atómica en pleno Madrid y no me hubiera inmutado. TenÃa la sensación de que todo se habÃa esfumado a mi alrededor, como si alguien hubiera chasqueado los dedos y lo hubiera hecho desaparecer. AsÃ, en un segundo, sin más.
âJoder, sabes tan bien⦠âsusurró Ãlex mientras seguÃa lamiendo las gotas de whisky que me resbalaban por el cuello.
Metà los dedos entre los mechones de su pelo revuelto y lo apreté contra mÃ. Lo querÃa asà toda mi vida. Absolutamente toda. Cuando nos separamos, yo también querÃa jugar. Me estiré hacia la mesita, metà la mano en el whisky como habÃa hecho él y dejé que las gotas se deslizaran por su cuello. Me incliné y las lamà con intensidad con toda la lengua, sin dejarme ni una sola.
Ãlex jadeó y su polla empezó a ponerse dura debajo de mi sexo. Qué divinidad. Era casi mágico. Como apretar un botón y ¡clic!, allà estaba haciendo acto de presencia, lista para pasar revista.
âVas aprendiendo, nena⦠âme dijo con voz áspera.
Me cogió de la cintura y me colocó al final de sus muslos, sobre las rodillas, para tener más espacio de maniobra. Sin soltarme, agachó la cabeza y comenzó a darme besos justo en la parte donde terminaba la braguita. Fue ascendiendo y metió la lengua en el ombligo, jugueteando. Cerré los ojos cuando pasó los labios por la tripa, los costados, entre los pechos, el escote, el cuello, la barbillaâ¦
âDiosâ¦, nunca se me ha puesto la polla tan dura como cuando estoy contigo ââ le oà murmurar.
Ni yo me mojaba tan rápido como cuando estaba con él. Ese era un dato que a esas alturas estaba más que corroborado. Me ponÃa a tono a la velocidad de la luz. Esa era la quÃmica (sexual) de la que hablaba Ãlex. Ahà estaba. Tan palpable como él y yo.
Me desabrochó el sujetador, lanzándolo a un lado del sofá, y puedo decir que, literalmente, me comió los pechos, porque los chupaba, los succionaba, los lamÃa y los mordisqueaba con una codicia desmedida, incluso con rudeza, como si la vida le fuera en ello, mientras me los estrujaba con las manos. Confieso que ver su lengua danzar sobre ellos fue una visión de lo más sensual. Los sonidos de su boca y de mis gemidos llenaron el aire hasta cubrir los ecos de la tormenta que azuzaba fuera y la voz de terciopelo de Mel Tormé, que cantaba Old devil moon en ese intervalo de tiempo.
Puse mis manos encima de las de Ãlex y le incité a que me apretara con más fuerza las tetas. Necesitaba sentir sus caricias hasta que me dolieran. Grité cuando me mordió un pezón. Después pasó la lengua con suavidad para aliviar el dolor, y pensé que me morÃa de placer. Estaba tan caliente que mi humedad traspasó la tela de la braguita y mojó los pantalones del traje de Ãlex.
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