Almas perdidas by Yanina Zorza

Almas perdidas by Yanina Zorza

autor:Yanina Zorza
La lengua: eng
Format: epub
editor: Editorial Vanadis
publicado: 2022-12-15T00:00:00+00:00


16

—Qué es el amor para vos? —le pregunté a Jesús antes de arrancar el viaje de regreso en moto.

Atrás había quedado mi primer encuentro con Felicitas y su extraña petición. ¿Acaso le pedía lo mismo a cualquier iluminador de almas que fuera tras ella? ¿En todos estos años nadie pudo dar con la respuesta correcta? Si existiese una, claro. Me fastidié. Estaba harto de lidiar con ese tipo de desafíos. Por desgracia, no podía hacer oídos sordos. No podía fallarle al señor Zhong; no podía manchar mi apellido. El honor era lo último que perdería, aunque debiera responder a las exigencias del alma perdida de una jovencita que parecía obsesionada con el amor.

Además, ¿qué ganaba yo al querer saber la respuesta de Jesús? ¿Para qué abrir mi boca y el juego con él de esa manera? No sabía bien qué quería escuchar de sus labios, pero lo que no quería recibir era un chiste como respuesta. Descubrí que, cuando estimaba a la persona con la que estaba charlando en forma animada y esta lo sorprendía con un planteo formal, dejaba su esencia risueña de lado para responder con seriedad. Nunca lo noté tan reflexivo como aquel atardecer, de nuevo en la plaza Colombia, luego de nuestra primera excursión por la iglesia de Santa Felicitas.

—¿Qué es el amor para mí? No sé cómo explicarlo…

—Como te salga —acompañé.

—Es… como esa frase que dice: «tocar el cielo con las manos». Creo que el amor es un escape de la realidad. Te eleva, te hace flotar, perdés el equilibrio, pero sin miedo a caer porque no pensás en la posibilidad de que haya una caída, de que el amor se termine.

Me quedé mirándolo. Él tenía las manos en los bolsillos de su pantalón deportivo y sus pómulos estaban son­rojados.

—Es muy lindo lo que decís… —susurré, porque era verdad. Yo ni siquiera podría haber formulado la primera palabra de una declaración tan profunda.

—Yo creo que es muy tonto, pero es mi verdad. Mi tonta verdad.

El sol se escondía cada vez más. Quería que me llevase con él porque todo este asunto del amor me sonaba a puerta que no quería abrir. Desvié mi vista hacia el cielo naranja. No me sentía capaz de buscar sus ojos verdes para articular algo más que frases formulaicas, así que proseguí con mi interrogatorio.

—¿Alguna vez te enamoraste?

—Sí. Dos veces —respondió.

—Ah. ¿Y esas chicas se bancaban tus chistes molestos?

Quise ser yo el gracioso. La noche se estaba robando al sol, pero nos dejaba retazos de silencio mezclados con la sinfónica típica de una capital metálica.

—¿Por qué siempre asumís que son pibas? ¿Por qué no me pueden gustar los pibes?

—No… Sí, claro. Quiero decir, fue solo una suposición.

—Entonces supongamos que te dijera que me gustás. ¿Qué me dirías?

Por primera vez me miró con unos ojos verdes que recibían el impacto de los rayos rojos del atardecer. El miedo regresó cuando me di cuenta de que todas las facetas de Jesús me resultaban agradables: su costado amable y atrevido; pero también sus costado misterioso y solitario.



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