La reina legítima by Zen Cho

La reina legítima by Zen Cho

autor:Zen Cho
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788412701135
editor: Duermevela Ediciones
publicado: 2023-06-15T00:00:00+00:00


La jaula de Damerell era todo lo agradable que podía ser una jaula que en el pasado había contenido los restos descompuestos de princesas, pues el hechicero se había afanado en limpiarla. Estaba sentado en su escritorio, maldiciendo por lo bajo, cuando entró el grupo. Alzó la mirada y se quitó las gafas.

—¡Ah! —exclamó. Si la presencia de Henrietta Stapleton no hubiera revelado la estratagema, le habría bastado con ver el semblante de Rollo. Damerell supo que tramaban algo de inmediato, pero ni su mirada ni sus palabras lo delataron—. ¿A qué debo este honor?

—Estas hadas han venido a traerte un mensaje, o eso dicen —comentó Bartholomew y, con ironía, añadió—: ¡Espero que no hayamos interrumpido tu trabajo!

Observó los papeles desperdigados sobre la mesa.

—Para nada —replicó Damerell con amabilidad, girándose hacia las mujeres—. Agradezco la interrupción. Me temo que he sucumbido a escribir poesía para que transcurran las horas. Me he reconciliado con la idea de escribir poemas de poca monta, pero un caballero no debería caer tan bajo. Estaba a punto de rimar «dragón» con «vagón» cuando han aparecido ustedes.

—¿Conoces a estas hadas? —inquirió Bartholomew.

La mirada de Damerell examinó a las mujeres.

—No tengo ni la menor idea de quiénes son.

Henrietta se irguió y adquirió un aire de gran dignidad.

—Ha llegado la hora —anunció—, ¡para el otrora conocido como Paget Damerell!

La boca del hechicero tembló. Rollo se estremeció al percibirlo. Poggs tenía un sentido del humor un tanto inconveniente y a veces se reía por cosas que a nadie más le parecían divertidas. ¡Como se echase a reír en ese momento…!

Sin embargo, Rollo no tenía por qué preocuparse. Aunque no lo supiera, Damerell estaba casi tan nervioso como él.

—¡El uso del pasado resulta bastante preocupante! —dijo.

—Traemos un mensaje de su hermano de sangre, el Emperador Supremo de los Cielos Oscuros —proclamó Henrietta y se calló.

Lo cierto era que Henrietta no se había reconciliado con el mensaje que Prunella y Zacharias habían ideado gracias a la ayuda del señor Hsiang. No creía que fuera correcto repetir esas ideas paganas.

Muna compartía un tanto esos sentimientos, pero, gracias a los dos naga que respiraban sobre sus cuellos, apartó a un lado todas sus reservas. Aunque uno de ellos fuera amistoso, sus dientes eran igual de grandes que los del otro. Como Henrietta no habló, decidió intervenir:

—Lo que la… lo que mi señora quiere decir es que el emperador le envía recuerdos y le solicita que regrese a los cielos de inmediato. Ya ha sufrido bastante para expiar sus pecados y le ruega que nos acompañe a los cielos septentrionales. Allí recuperará su legítima posición entre las estrellas para observar las alegrías y tristezas triviales de la humanidad.

Damerell recibió ese extraordinario mensaje con gran compostura.

—Será un honor aceptar la invitación de su señor. Permítanme un momento para reunir mis posesiones. —Echó un vistazo por la jaula y entonces dijo—: ¡Buenas noticias! No tengo nada que desee quedarme. Podemos partir enseguida.

—¿No quiere conservar su poesía? —preguntó Muna.

—Mi querida señora, la oportunidad de librarme de mi poesía es lo que más me atrae de la oferta de su señor.



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