Hechicero by Carlos Sisí

Hechicero by Carlos Sisí

autor:Carlos Sisí [Sisí, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 11

Los lugares mazmorra

Gandín, o Adaul (según con quien hablases) había crecido mucho más en los últimos años. Muchas de las antiguas casas originales se habían echado abajo para ensanchar las calles principales, porque las carretas y los carruajes que traían mercancías bloqueaban las estrechas callejuelas con sus idas y venidas constantes. Había casi tanto comercio entre sus gentes como con los hechiceros de la ciudadela, y se traficaba con todo a todas horas. El camino entre Barrador y Gandín (o Adaul) se volvió ancho y llegó a estar empedrado allí donde las lluvias solían dejar la tierra embarrada, o donde se formaban charcos grandes que retrasaban el comercio.

Los habitantes de aquel lugar estaban acostumbrados a las cosas de la torre. No era inusual oír explosiones o ruidos extraños, incluso gritos, y de noche, algunas paredes brillaban de manera misteriosa, y al decir de muchos, se movían, o se desvanecían, y había quienes aseguraban haber visto figuras caminar por el aire, o aparecer y desaparecer. Todas esas cosas asustaban más a la gente de fuera que a la de allí, pues decían que el lugar estaba embrujado, y los de fuera aún lo conocían como el Quebranto quizá y precisamente por eso.

También estaban las otras cosas. Los comercios más pegados a los muros de la torre, que eran muchos porque la base octogonal de la ciudadela era enorme, sufrían o se servían de efectos colaterales raros. Las verduras crecían y maduraban incluso después de cortadas, y a veces, cosas como el pan sufrían una coloración extraña, o mostraban una proliferación de hongos que, por lo demás, se cortaban y se servían aparte vendiéndose como buenos. Y en no pocas ocasiones se ahorraba en velas y aceites para farolillos porque esos establecimientos solían disfrutar de una luminosidad extraña que, aunque tenue, era diáfana y no proyectaba sombras. Esas cosas eran las bondades, aunque en raras ocasiones había también casos de misteriosas muertes súbitas, no pocas desapariciones y el célebre caso de Nogo Díspalos, que venía de una población perdida de Aguacuevas; se le hinchó la cabeza tanto que los ojos se le hundieron en la cara y acabó explotando y arrojando una lluvia de sangre todo alrededor.

El interior de la ciudadela era otro mundo, y aunque en tiempos los hechiceros solían mezclarse de vez en cuando con la población de la Ciudad de las Mil Trampas en tabernas y otros sitios de beber, eso ya ocurría mucho menos o no se veía. Las grandes puertas dobles, el único acceso al interior, estaban siempre abiertas pero, en su umbral, un elaborado conjuro impedía el acceso a aquellos que no tuvieran relación con la Deriva. Cualquiera que sospechara o intuyera algo de ella, como hubiera sido la propia Helga, podía pasar y utilizar la torre para aprender y estudiar con los otros hechiceros, pero para el común de los mortales, el hombre de a pie que se despertaba por la mañana y trabajaba, comía y descomía y volvía a dormir… para ese, el acceso estaba vetado.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.