En una blanca medianoche by Sandra Sookoo
autor:Sandra Sookoo
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2022-07-03T00:00:00+00:00
CapÃtulo Diez
19 de diciembre de 1814
Cuando se despertó esa mañana, un poco menos dolorido que ayer, después de vestirse, Cecil se dio a la tarea de vaciar un par de cajones de la cómoda para finalmente guardar sus pertenencias. Era agradable no vivir de un baúl o una mochila por primera vez en veinte años.
Mientras sacaba algunas de las bufandas, chales y prendas Ãntimas de Sarah de los cajones, su mente vagaba hacia ella. ¿Cómo podrÃa no hacerlo después de haberlo besado ayer y luego haber salido corriendo de esta misma habitación como si los sabuesos del infierno la estuvieran persiguiendo?
Todas las mañanas al amanecer, Sarah entraba a hurtadillas para coger la ropa del dÃa. SuponÃa que él dormÃa durante sus furtivas visitas, pero lo que no sabÃa era que él nunca dejaba de estar alerta. Un hombre que ha estado demasiado tiempo en el ejército aprende a dormir livianamente, si es que dormÃa, porque siempre habÃa algo por lo que permanecer atento.
Y todas las mañanas fingÃa dormir mientras ella recogÃa sus cosas. La mayorÃa de las veces, él la observaba con los ojos entrecerrados, captando la curva redondeada de sus caderas, el corte de su cintura resaltado por el lazo del delantal en la parte baja de su espalda, la tentadora curva de su seno, la dulce pendiente de su mejilla.
El tiempo la habÃa tratado bien y era incluso aún más intrigante, tal vez hermosa, de lo que habÃa sido hace tantos años. Ya no era una viuda reciente, nueva y curiosa por los deportes de cama. Ahora era una mujer con experiencia de vida, tocada por el dolor, marcada por la más alta alegrÃa.
Tal vez ambos lo eran. También él habÃa cambiado tras todo lo pasado y tenÃa que creer que era para mejor.
Pero, ¿cómo lo hacÃa para seguir cono la misma mentalidad?
Más allá de sus visitas matutinas, se preguntaba por ella, esta mujer con la que no habÃa tenido más remedio que compartir su suerte por vivir bajo una misma cabaña y mantener la paz navideña.
Desde que el intruso la habÃa asustado, los instintos protectores de Cecil habÃan estallado. El miedo en sus ojos después de ese incidente lo preocupaba, porque habÃa sido demasiado real. ¿Qué no le habÃa contado ella sobre su vida y por qué no confiarÃa completamente en él ese secreto? No lo sabÃa, pero si alguien la perseguÃa, si estaba metida en graves problemas, estaba obligado por el honor a protegerla. Más allá de eso, tenÃa que admitir que era agradable tener a alguien que lo cuidara, comer comidas calientes, tener alguien con quien hablar por las noches después de terminar el trabajo del dÃa.
Nunca dirÃa que estoy sucumbiendo a la domesticación.
Una sonrisa tiró de las comisuras de su boca mientras sacaba dos chales cuidadosamente doblados de un cajón. Su aroma a violeta se adherÃa a la ropa y jugueteaba con su nariz, uniéndolo aún más a ella de formas que él no entendÃa, porque no eran nada el uno para el otro. ¿Lo querÃa aquà con ella? Ese beso rápido e improvisado de ayer indicaba que sÃ.
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