El documento 303 by José Manuel Surroca Laguardia

autor:José Manuel Surroca Laguardia [Surroca Laguardia, José Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2016-11-01T00:00:00+00:00

Capítulo XIII.

Zaragoza

Lunes, 30 Mayo 2011

Sobre las ocho de la tarde llegaba Luis ante la puerta de su piso en Zaragoza. Cerró la puerta con llave lamentando no tener más cerrojos instalados. No sabía la razón, pero tenía la incómoda sensación de haber realizado algo no muy correcto. Su repentina salida del Archivo de Lérida le hacía sentir que no había obrado bien. Por eso, y por la sensación de encontrarse en terreno hostil tenía la íntima necesidad de sentirse seguro entre las paredes de su casa. Se dirigió a su despacho y dejó sobre el escritorio su cartera, tras lo cual se fue directamente a la ducha donde estuvo cerca de veinte minutos, recibiendo las agradables caricias del agua que de manera progresiva iban relajando su alterado espíritu. Deseaba tranquilizarse y tranquilizar su mente. Dejó que el agua caliente corriera por su cabeza envolviendo su cuerpo de una agradable sensación de relax. Quería comenzar la lectura de aquel libro con la actitud y estado adecuados a semejante momento. Era como un ritual místico.

Tras la ducha, entró en la cocina donde se preparó una cena ligera consistente en una tortilla francesa, acompañada de unas lonchas de queso y jamón York, y para postre un plátano, pues no tenía otra fruta en la nevera. Luego, más relajado, se hizo una cafetera de café y con ella en la mano se dirigió a su acogedor despacho. El ordenador estaba ya encendido y operativo una vez cargados los innumerables archivos y librerías que se tragaba el Windows durante el proceso de apertura. Estaba todo pues, listo para comenzar.

Lo primero que hizo fue sacar los escáneres y las libretas de notas y dejarlos sobre la mesa con absoluto cuidado. Lo siguiente fue conectar con un cable USB al PC el escáner manual y proceder a descargar todo su tesoro en un directorio especial que había abierto momentos antes. Finalmente, la utilidad de copia le informó que las 62 imágenes tomadas se habían descargado en la memoria del ordenador. Y como si temiera algo, hizo dos copias en el mismo disco del directorio que había denominado igual que el libro: Occultatione Veritatis y otro en un disco externo. Todo ello realizado con un cierto aire de solemnidad y siguiendo un estricto protocolo, cuya única función consistía en saborear cada instante de todas aquellas acciones previas al gran momento: la lectura del documento.

Una vez terminada la descarga, recogió el escáner y procedió a visualizar la primera página, la del título. Allí, delante de él, el rojo intenso de las primeras letras, conservado admirablemente a pesar de los muchos años transcurridos, delataban al autor de aquellos trazos: sin duda se trataba del scriptor Fray Alonso de Salas. Pulsó la flecha que apuntaba hacia la derecha, y acto seguido apareció en la pantalla la primera página del libro.

Cuando se disponía a comenzar su lectura, sonó el teléfono. Se trataba de su compañero y amigo de la Universidad, Pedro Cifuentes, un brillante matemático. Pedro tenía que dar unas conferencias en Madrid y necesitaba escanear unos documentos para llevárselos en el ordenador.

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