Cita a Ciegas by JG Millan

Cita a Ciegas by JG Millan

autor:JG Millan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: romance, paranormal, sobrenatural, amor, bruja, novela de amor, vidente, amor y demonio, cita a ciegas
editor: JG Millan


Helmut

Después de pasar una noche de infernal, se levantó a la hora acostumbrada y se marchó al restaurante. Tenía la esperanza de que allí la dejarían en paz al tener que concentrarse con los pedidos y despachar los almuerzos. Y ciertamente lo consiguió, aunque solo en parte. La dichosa cancioncita hacía acto de presencia en cuanto se descuidaba.

Su intención era decirle a Helmut, su jefe, que le ampliase el horario. A pesar de los dolores y del cansancio, necesitaba imperiosamente ganar más dinero, pues ahora tenía que pagarse también la pensión.

Sin embargo, no fue precisamente comprensión lo que se encontró al llegar allí.

—No puedo ampliarte el horario, Sabrina. Por la tarde apenas hay clientes, ya lo sabes, y con mi mujer y conmigo nos apañamos.

—Ya, pero para las cenas…

—Aquí casi nadie cena. A las cinco esto se queda desierto, y los dos o tres que se quedan haciendo horas extras… apenas comen algún sándwich, y deprisa.

—Dentro de poco vendrá el verano, y la gente se animará más. Estamos saliendo de la pandemia, y la gente querrá salir.

—Puede ser. Pero en ese caso, ya lo contemplaremos. De momento no hace falta.

—Es que yo necesito trabajar más, y…

—El volumen de trabajo lo tenemos por las mañanas. Y, precisamente, llevas dos días sin aparecer.

—Se murió mi tía —replicó, pero su jefe la ignoró.

—Tu compañera no dio abasto en el almuerzo, y algunos clientes se quejaron de que los platos no llegaban, porque nadie los servía.

Sabrina se calló, y su jefe siguió con la bronca:

—Y cuando los servían, ya estaban fríos.

—Lo siento mucho, Helmut. No volverá a pasar —se disculpó, y se volvió hacia la cocina para continuar con el trabajo, mientras su jefe la miraba con displicencia.

Cuando salió del trabajo, realmente agotada, comenzó a pensar de qué manera podría salir de aquella situación, y no se le ocurrió nada factible, al menos a corto plazo. Lo que menos le apetecía era ahora buscar otro empleo, y no se imaginaba entrar a trabajar en ese momento en otro sitio y aguantar hasta bien entrada la noche.

Así las cosas, se resignó a esperar tiempos mejores, pues el dolor, el insomnio y el acoso de su madre y su tía no eran constantes, afortunadamente. Pasaban por períodos de más calma combinados con otros de mayor pesar. Lo malo era que el dinero se le estaba acabando, y además, a marchas forzadas.



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