Zozobrar by Lola Lafon

Zozobrar by Lola Lafon

autor:Lola Lafon [Lafon, Lola]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-01T00:00:00+00:00


Los miraba con la atención que le ponemos al plano del metro de una ciudad desconocida y a Lara le resultó embarazoso: esa mirada perpleja convertía sus consignas preferidas en una lengua para iniciados. Cléo se disculpó: no entendía nada de política.

Pero ¿había oído hablar Cléo de la reciente ocupación de oficinas de la Agencia Nacional del Paro? ¿De las acciones de recuperación de Le Bon Marché? Esa noche se celebraba la asamblea de los «parados felices» en Jussieu, si le interesaba. Y allí no se hablaba la lengua de esos tarados que nos animaban a votar; por lo demás, si votar cambiase algo estaría prohibido. Cléo asintió cortésmente y cogió la copia de las llaves, volvería dentro de dos días con sus cosas.

Por la mañana, antes de la clase de baile, Cléo fregaba su taza con un chorrito de agua, la secaba y la volvía a poner en la estantería, cerraba sin ruido la puerta del cuarto de baño cuando se duchaba, no daba un portazo cuando se iba del piso, nunca la llamaba nadie al fijo ni le dejaba mensajes en el contestador. Solo sus bodis y sus mallas en el tendedero daban fe de su presencia, y también un olor a alcanfor en el cuarto de baño. ¿Comía? Probablemente no: dentro de la nevera los mismos alimentos estaban colocados igual, ningún cuchillo en el fregadero daba testimonio de un pedazo de queso cortado deprisa y corriendo. Los viernes y los sábados, Lara oía la llave en la cerradura bien entrada la noche; las demás noches, Cléo se quedaba en su cuarto, Lara llamaba a la puerta: habían venido unos amigos, ¿tomaba algo con ellos? Cléo, sentada a lo sastre en la cama, con unas hojas de cuaderno escolar en la mano, decía amablemente que no, gracias. Prefería seguir leyendo.

Lara dejaba una pegatina en la mesa de la cocina —Si quieres, podemos cenar juntas esta noche— que aparecía enriquecida con cinco palabras y tres puntos suspensivos: lo siento, ensayo hasta tarde…

A quienes —los amigos del colectivo, sus padres— se extrañaban por no encontrarse con ella, Lara les contestaba con un suspiro: no hay que compartir NUNCA un piso con una bailarina, esa chica era de lo más aburrido, no le interesaba nada aparte de que le dolieran los pies y menearse detrás de Whitney Houston.

Al cabo de dos semanas de una presencia tan discreta, a Lara solo le apetecía ya una cosa: entrar de golpe en el cuarto de Cléo en plena noche y poner patas arriba esa estela de ausencia, decir que aquello no era un hotel, no podía funcionar, ciao.

Seguía sirviendo a Cléo los viernes y los sábados en Kanel, pero incluso allí les costaba entenderse: extrañada al no ver su ración de tarta en la cuenta, Cléo había avisado a Lara del olvido. Esta había intentado hacerle entender discretamente —Delphine no andaba lejos— que no se trataba de un olvido. Esa misma noche, Cléo llamó a la puerta de su habitación: no le gustaba deberle nada a nadie.



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