Nosotras: el feminismo en la democracia by Carmen Calvo

Nosotras: el feminismo en la democracia by Carmen Calvo

autor:Carmen Calvo [Calvo, Carmen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2024-02-01T00:00:00+00:00


III

El cuerpo de las mujeres, epicentro de la infamia

Dueñas de nuestros cuerpos

La humanidad ha construido una asimetría continua entre hombres y mujeres consagrada como desigualdad legal para desfavorecernos, cuando, supuestamente, en muchos casos, se hacía con el fin hipócrita de protegernos. Por poner un ejemplo, exigimos la erradicación del matrimonio infantil en cualquier lugar del mundo. Es una de nuestras grandes reivindicaciones. Los avances en derechos civiles que plantea el feminismo tienen que ver con todos los demás derechos, y se traducen siempre en transiciones políticas a modelos más democráticos y, de manera coherente, en protección de derechos humanos.

Hasta el siglo XX nuestros hijos les pertenecían a ellos, el contrato matrimonial perpetuaba la desigualdad entre hombres y mujeres en perjuicio de estas. Por ello, la primera lucha que planteamos fue liberarnos de las más fuertes vinculaciones, empezando por la del matrimonio, planteando la regulación del divorcio. El matrimonio era una estructura política que para los hombres suponía el apoyo vital, emocional y físico que necesitaban para su vida verdadera, la vida pública. Eran las esposas quienes sostenían sus existencias, quienes les daban hijos, y, por supuesto, desde la fidelidad sexual más estricta. La honra de las mujeres significaba fidelidad sexual a sus maridos. No teníamos honor, porque el honor es una categoría que está en el espacio público, y a nosotras nos estaba vetado ese espacio de manera habitual. El propio economista y filósofo John Stuart Mill y su mujer, Harriet Taylor Mill, hablaron en términos casi feministas de este asunto. No teníamos honor porque permanecíamos limitadas a la vida privada. Por ello lo primero que peleamos fue el divorcio, salir del matrimonio, una estructura también política de poder donde el denominado «cabeza de familia» en el derecho civil español era nuestro jefe y el dueño de nuestros hijos, hasta el punto de que la patria potestad no era ni siquiera compartida. Hasta el 25 de julio del año 1889, con la modificación del Código Civil, no conseguimos que se nos reconociera el derecho a compartir con nuestros maridos la patria potestad de nuestros hijos, y, aun así, la autoridad de ellos prevalecía. Con el franquismo volvimos a perder ese derecho y no lo recuperamos hasta 1981; anteayer, en términos históricos. Nosotras paríamos los hijos con la acreditación de nuestra fidelidad sexual para que hubiera seguridad de que eran del paterfamilias, ¡pero jurídicamente eran solo suyos! Ni siquiera era nuestro lo que paríamos. Esta es la historia de las mujeres, y aún hoy les ocurre a millones de ellas en muchos lugares del mundo.

Por estas, y otras razones, hemos de mantener la mirada abierta a todo el mundo en la lucha por los derechos de las mujeres. Dadas las circunstancias, peleamos por divorciarnos, lo que implicaba a su vez podernos casar o no porque casarte era un destino casi obligatorio. Con la posibilidad del divorcio, venían otros cambios, por ejemplo, no querer casarse y no sufrir por ello reproches sociales. En suma, la libertad. No hacer nada de lo previsto por tu condición de mujer.



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