Y llegaste tú by Elizabeth Da Silva

Y llegaste tú by Elizabeth Da Silva

autor:Elizabeth Da Silva
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2014-12-13T23:00:00+00:00


*****

La música era sensual, la gente bebía, hablaba, reía... Todo era diversión. Rafael estaba alegre; la bebida siempre era buena para olvidar las penas. El grupo se había ampliado, Alma y sus amigas se habían unido a los chicos y todos lo estaban pasando bien. Él sentía las manos de Alma acariciar su pecho, estaba muy pegada a él y su olor lo estaba envolviendo y excitando. Llevaba días sin sexo, su mujer estaba molesta con él y apenas hablaban, eso le dolía y enfadada al mismo tiempo.

Alma quería llevárselo a su casa, tenerlo para ella sola, pasar una noche apasionada con Rafael, el hombre que una vez quiso Carmen. «Siempre ella, en todos lados ella, todos los hombres la admiran y la desean a ella», pensaba Alma con rabia y odio. No entendía qué veían en una mujer tan insulsa, qué les atraía de ella como la miel a las moscas. Reconocía que su odio era visceral, no había una razón lógica, simplemente, no la soportaba.

—Rafa, corazón, ¿por qué no nos vamos? —susurró en su oído y luego le lamió la oreja.

—Tú y yo ¿irnos juntos? Perdona, Alma, pero yo me marchó a mi casa y tú puedes hacer lo que quieras —contestó mareado, todo le daba vueltas.

—Estás borracho, así no puedes conducir y, además, no creo que a tu mujer le haga mucha gracia verte de esta guisa.

—¿Se puede saber qué te importa lo que piense o diga mi mujer? —espetó a milímetros de su boca.

Alma se excitó y tomó posesión de sus labios; empezó a besarlo con ímpetu hasta que lo sintió responder. Rafa le sujetó el cabello, fuerte, mientras le devoraba la boca; se besaban con lascivia sin importarles quién los viera. El alcohol nublaba sus sentidos y la falta de sexo espoleaba su deseo, pero era solo eso, deseo vacío de sentimientos.

Andrés estaba observando la escena, toda la noche se percató de cómo esa bruja pedía una copa tras otra para Rafael y, el muy idiota, no se daba cuenta. Ahora que lo tenía borracho pensaba atacar y seguro que su plan era llevárselo a su apartamento. No lo iba a permitir, su amigo estaba casado y su mujer era encantadora, no permitiría que esa zorra se saliera con la suya.

—¡Rafa! ¡Rafa! —lo llamó al mismo tiempo que lo zarandeaba por un brazo.

Como si de un túnel se tratara, Rafa escuchaba una voz que lo llamaba y, poco a poco, despertó del embrujo en el que se encontraba. Se separó de Alma con la respiración agitada y una fuerte erección en los pantalones. Aturdido, giró la cabeza hacia la voz que lo llamaba y miró a su amigo con gratitud por haber interrumpido una situación que se le estaba escapando de las manos.

—Dime, Andrés —dijo un poco aturdido.

—Pues que estoy pensando en marcharme, por si te querías venir conmigo.

Alma le clavó una mirada asesina a Andrés, le iba a estropear los planes, el muy idiota.

—No te preocupes, que yo me hago cargo y lo llevo a su casa si es necesario —habló Alma.



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