Y llegó la barbarie by Jose Ángel Ruiz Jiménez

Y llegó la barbarie by Jose Ángel Ruiz Jiménez

autor:Jose Ángel Ruiz Jiménez [Ruiz Jiménez, Jose Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2016-03-01T00:00:00+00:00


EL CAMINO HACIA DAYTON

A pesar de todas aquellas luctuosas consecuencias colaterales del plan estadounidense, Anthony Lake, secretario de seguridad de Clinton, declaró abiertamente que los acontecimientos en Srebrenica y Žepa, por desagradables que fueran, habían dejado en los frentes unas líneas fronterizas con sentido, de modo que ya podía negociarse con elevadas posibilidades de éxito. Y es que ya no había que trazar nada tan complicado como en los mapas de los anteriores planes de paz, cumpliéndose la intención de que todo fuera tan simple como fuera posible (Little, 1995, Episodio 5). Sin embargo, no todos parecían compartir el pragmatismo norteamericano. Una vez que los ataques combinados de croatas y bosníacos les habían permitido avanzar en el noroeste, a Jacques Chirac se le ocurrió retomar Srebrenica, poniendo en un aprieto a sus aliados[17]. Malcolm Rafkind, secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, explicaría más tarde a la prensa que a nadie se le ocurrió secundar la idea de Chirac, porque aquello hubiera sido un acto de guerra que no correspondía a la comunidad internacional, hubiera hecho falta un nuevo mandato de la ONU, tropas, equipamiento… y lo complicaría todo de nuevo (Torrelli, 1995, pp. 537-538).

La simplificación del mapa de los frentes tras la caída de Srebrenica y Žepa, así como la desesperada situación militar de la RS, que perdía terreno cada día acosada por las ofensivas croato-musulmanas y los bombardeos de la OTAN, parecían crear las condiciones idóneas para alcanzar un rápido acuerdo de paz. Entonces, Holbrooke, confiado en establecer las pautas para el fin del conflicto, visitó a Milošević en Belgrado, quien por el Acuerdo del Patriarca representaba oficialmente a la RS en la esfera internacional. Sin embargo, pronto se comprobaría que la mentalidad estadounidense y la serbobosnia aún concebían aquella guerra de un modo muy distinto. Con su arrolladora seguridad en sí mismo, su posición de ventaja y su talento para provocar en otros las reacciones deseadas, apeló al orgullo de Sloba al espetarle que si de veras estaba al mando, ordenase el cese de las hostilidades. Sin embargo, Milošević se dio el gusto de sorprender por completo al estadounidense, al decirle que podía negociar directamente con Karadžić y Mladić, que le esperaban a 200 metros. Holbrooke solicitó unos minutos de descanso para preparar aquella inesperada entrevista y, en realidad, para superar su propio desconcierto. Holbrooke, como todo el gabinete Clinton, deseaba terminar de una vez con aquella guerra y ponerse los galones de haber hecho posible la paz; habían creado las condiciones idóneas para ello, pero también habían aprendido que por mucho que se empeñaran en simplificar, aquella gente terminaba por complicarlo todo. Desde luego, a Holbrooke le preocupaba muy poco que mientras él era un forastero con una misión que terminar de forma rápida y eficiente antes de desaparecer del escenario, los implicados se jugaban mucho más y lo hacían desde sus propias ideas, objetivos, miedos y orgullo. Tras sus minutos de receso, Holbrooke, con un tono que parecía decir no me fastidiéis y vamos al



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