Y líbranos del mal by Santiago Roncagliolo

Y líbranos del mal by Santiago Roncagliolo

autor:Santiago Roncagliolo [Roncagliolo, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2021-06-09T00:00:00+00:00


* * *

—Ojalá lo hubiese expulsado —me dijo Gaspar, muchos años después de esa reunión en su despacho, sentados los dos en su cocina, y lo repitió unos días después en su biblioteca, y alguna otra vez en su sencilla habitación del tercer piso, mientras él buscaba en sus cajones alguna foto escolar de mi padre, que finalmente, no pudo encontrar.

—¿Habría sido diferente? —pregunté.

Él suspiró y miró por la ventana, hacia algún punto de la congestionada avenida Brasil.

—Me lo he preguntado todos los días desde entonces. Uno nunca sabe qué habría pasado, ¿verdad? Dios no nos deja asomarnos a una vida paralela para saber lo que nos hemos perdido en esta.

Para nuestro tercer encuentro en su residencia —aquel moridero para sacerdotes—, Tony el Vaquero ya había aceptado asistir a unas sesiones parroquiales de alivio espiritual, lo más cercano a Alcohólicos Anónimos que la Iglesia podía ofrecer y, a cambio, me había contado multitud de anécdotas sobre sus andanzas con mi padre aterrorizando al barrio. La inesperada aparición de ese antiguo vecino, con su turbulento testimonio, había animado a Gaspar a romper los silencios levantados durante décadas a base de complicidad familiar y secretos de confesión.

En realidad, al antiguo director del colegio ya no le quedaba mucho que esconderme. Al contrario, puesto entre la espada y la pared, su objetivo era aclarar las cosas: desmentir que mi padre fuese como Tony, una oveja descarriada incapaz de hacerse con las riendas de su propia vida. De hecho, el día en que fui a contarle que Tony había aceptado la ayuda espiritual y, el tercero, cuando le llevé un queso andino para agradecerle su apoyo, Gaspar me contó la historia de los últimos años escolares de mi padre. Quería demostrarme que él había sido mucho mejor que el Vaquero, más cabal y más valiente, y que todo lo que vino después fue un triste desvío en el camino de su salvación.

—Sebastián era inteligente —repitió Gaspar varias veces—. Justamente eso lo hacía sensible. Los sensibles son capaces de las mejores y de las peores cosas.

Por cierto, en esas tres reuniones con Gaspar, se repitió la misma misteriosa situación: las miradas furtivas de los curas de la residencia, deslizándose como serpientes a nuestro alrededor, zumbando como abejorros por el aire.

Yo no tardaría en comprender a qué se debía la presencia de esos incómodos centinelas.

De vuelta en mi casa tras la tercera visita al padre Gaspar, me encontré a Mama Tita fuera de sí, observándome desde su silla de ruedas como si quisiera arrojármela a la cabeza. En sus ojos brillaba una emoción que yo nunca había detectado en ellos y que retorcía su actitud habitualmente dulce. Tardé varios segundos en descubrir que se trataba de una rabia sorda y dura. Mama Tita me reprochó alguna afrenta que yo no era capaz de entender:

—¿Dónde has estado?

Jamás me había hecho esa pregunta antes. No era pregunta para alguien de mi edad. Ni una persona de su edad y en sus condiciones podía pretender cuidarme. Era yo quien la cuidaba a ella.



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