Violencia y terror by Alberto Reig Tapia

Violencia y terror by Alberto Reig Tapia

autor:Alberto Reig Tapia [Reig Tapia, Alberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1989-12-31T16:00:00+00:00


«Entre los que se marcharon y los que se quedan no hay más diferencia que el hecho de la fuga. Ahora llega para el pecador el momento de rechinar los dientes, según anunciaba para ellos la palabra divina».

La tónica de esa situación la dio Radio Nacional al día siguiente del último parte de guerra. A las masas que decían «al menos se ha acabado y podremos vivir tranquilos», oyeron preocupadas todas las noches a partir de entonces: «¡Españoles, alerta! La paz no es un recurso cómodo y cobarde frente a la historia; la sangre de los que cayeron por la Patria no consiente el olvido, la esterilidad ni la traición».

Terminada la guerra civil, y celebrada la victoria por los vencedores, llegaba la secuela más temida: la represión. Los derrotados considerados rebeldes, comparecieron ante consejos de guerra sumarísimos y en juicios celebrados con suma rapidez.

Más de 300 000 personas fueron sujetas a depuración. El trabajo que concluyó en el año 1943, se realizó de forma veloz y con frecuencia inmisericorde. Fueron ejecutados miles de prisioneros. Y a esas muertes hay que sumar las producidas al margen de la actuación de esta «justicia». Junto a esta represión se produjo otra derivada de la Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939 y de la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo de marzo de 1940. La llegada, en septiembre de 1942, del falangista Blas Pérez González al Ministerio de la Gobernación marcó el inicio de una etapa especialmente dura. Himmler, lugarteniente del Führer alemán, Adolf Hitler, se sorprendió en su visita a España en 1940 de la dureza de la represión franquista que consideró excesiva.

El conocido último parte de guerra firmado por Franco, en el que declaraba que la guerra había terminado, no era cierto; no ya en su consideración general, sino en su mera perspectiva jurídica, porque el bando militar del 28 de julio de 1936 que unificaba los distintos bandos hasta entonces promulgados estableciendo el «estado de guerra» se mantuvo vigente hasta 1948.

Entre los miles de cautivos de las cárceles españolas, encontraron la muerte hombres insignes, como el catedrático de Lógica de la Universidad Central y expresidente de las Cortes, Julián Besteiro, que murió en la cárcel de Carmona; o como el poeta del pueblo, Miguel Hernández, muerto igualmente en la cárcel, donde compuso su estremecedor poema «Nanas a la cebolla» tras haber recibido noticias de su mujer informándole que sólo podía darle a su hijo tal alimento…

Muchos de los que se exiliaron regresaron forzados de la mano de la terrible Gestapo alemana. Así, fueron entregados a Franco, y posteriormente fusilados, hombres como: Lluis Companys, Julián Zugazagoitia, Cruz Salido, Juan Peiró, etc.

A este desolador panorama vendría a añadirse la encarcelación de cientos de mujeres, su encuadramiento en destacamentos disciplinarios de trabajo, el exilio exterior y el destierro interior de otros, y la huida al monte, primero, para salvar la vida y, luego, para «venderla» lo más cara posible, de gentes —sobre todo de origen rural— que, probablemente, se habrían contentado con una auténtica paz y un puesto de trabajo con el que ganarse la vida.



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