Vida de los doce Césares by Suetonio

Vida de los doce Césares by Suetonio

autor:Suetonio [Suetonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 0120-12-31T16:00:00+00:00


Tiberio Claudio Druso

I. Livia, que estaba ya encinta cuando se casó con Augusto, dio a luz tres meses después a Druso; llevó al principio el nombre de Nerón, y fue padre de César Claudio; pasó por ser fruto de adulterio de Livia y Augusto, lo cual dio ocasión a que circulase este verso griego: A los hombres dichosos nacen hijos de tres meses.

Durante su cuestura y su pretura tuvo un mando en la guerra de Recia y en la de Germania, siendo el primer general romano que navegó por el océano septentrional. Hizo abrir al otro lado del Rin canales de nueva forma y gran extensión, que aún hoy se llaman Drusinas. Infligió frecuentes derrotas al enemigo, rechazándole hasta sus bosques, y dejó sólo de perseguirle el día en que se le presentó una mujer de aquella nación de estatura más que humana, la cual, hablándole en latín, le prohibió que llevase más adelante sus victorias. Sus hazañas obtuvieron por recompensa la ovación y ornamentos triunfales. Al salir de la pretura fue nombrado cónsul, y habiendo reanudado sus expediciones, falleció de enfermedad en sus cuarteles de verano, llamados desde entonces Scelerata. Los principales ciudadanos de los municipios y las colonias llevaron su cadáver a Roma; las decurias de los secretarios del Imperio salieron a recibirle, enterrándole después en el campo de Marte. El ejército erigió en su honor un cenotafio, alrededor del cual debían ejercitarse anualmente los soldados en la carrera y hacer sacrificios solemnes los diputados de las ciudades de la Galia. El Senado, entre otros honores, le decretó un arco de triunfo en mármol, con trofeos, en la vía Apia, y el nombre de Germánico para él y sus descendientes. Dícese que era tan apasionado por la gloria como por la libertad; así, deseando siempre juntar a sus victorias el honor de despojos óptimos, perseguía a los jefes germánicos en el combate, sin reparar en los peligros, y nunca ocultó su anhelo de restablecer en cuanto pudiese la antigua República. Ésta, es, a mi parecer, la causa que ha movido a algunos autores a decir que se hizo sospechoso a Augusto; que éste le llamó de su gobierno, pero viéndole vacilar en acudir, se libró de él por medio del veneno. Me refiero a ello por no omitir ningún detalle, pero sin creer que sea verdadero ni verosímil. Augusto quiso tanto a Druso mientras vivió, que le instituyó heredero, a la par de sus hijos, en todos sus testamentos, como declaró un día en el Senado. En el elogio público que hizo de él después de su muerte, suplicó a los dioses que le diesen césares que se pareciesen a Druso y le concedieran a él mismo tan hermoso fin como a aquél. Compuso, además, un epitafio en verso, que se grabó en su tumba; y escribió en prosa la historia de su vida. Druso había tenido muchos hijos de Antonia la menor, pero sólo dejó tres: Germánico, Livila y Claudio.

II. Claudio nació en Lyón, en las calendas



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