Verdún by Paul Jankowski

Verdún by Paul Jankowski

autor:Paul Jankowski [Jankowski, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-31T16:00:00+00:00


Una realidad esquiva

A finales de agosto, un capitán de infantería que había estado de permiso regresó a su compañía, apostada en unas colinas al norte de Verdún. En las vigas de los refugios habían aparecido algunas pintadas. Unas cuantas de ellas rozaban el derrotismo: «¡Abajo la guerra, necesitamos la paz!». Otras pocas eran belicosas: «¡Los granaderos del 10º Regimiento nunca abandonan su puesto, pase lo que pase!». La mayoría eran sardónicas: «Villa des Totos», la casa de los piojos, «lugar encantador listo para venta o arrendamiento inmediatos».[4]

También en otros sitios se producía esa desigualdad en los niveles de entusiasmo. Un fotógrafo de un regimiento brandeburgués se preguntaba en febrero mientras se aproximaba al bosque Hermitage por qué todavía no habían alcanzado Verdún. El comandante de una compañía próxima, impaciente por probar las experimentadas habilidades de asedio de sus hombres en el imponente fuerte de Douaumont, se preguntaba lo mismo. El entusiasmo, la manifestación de una moral excelente, era natural entre las unidades militares bien alimentadas, bien entrenadas y sobre todo, victoriosas. Y, sin embargo, otros hombres del mismo regimiento eran más perezosos, contentándose con quedarse en las trincheras francesas capturadas, calentar y especiar el vino tinto que encontraban y comerse la carne enlatada. Dejarían que la artillería hiciera el trabajo pesado, o eso pensaban, y luego tomarían Douaumont cuando estuviera listo para ser tomado, tal vez en un día o dos. La motivación y la moral pueden variar de compañía a compañía, como las olas, sin razón aparente.[5]

Los interrogadores de prisioneros observaron en el enemigo la misma disparidad. Algunos de los prisioneros franceses que los bávaros capturaron alrededor de Fleury y Souville en junio y julio parecían cansados de la guerra y dispuestos a desertar. Otros, incluso aquellos que habían sufrido enormemente bajo el bombardeo alemán, sobre todo los oficiales, causaban una impresión excelente, se mostraban seguros de la victoria y de las crecientes bajas alemanas. Con todo, un médico entre ellos les preguntó si iban a intercambiarle y, en ese caso, cuándo le enviarían de vuelta. «Es una mala pasada», se quejó a otro prisionero, al saber que sería devuelto en un mes. Había confiado en disponer de varios meses de descansado cautiverio antes de reanudar su labor.[6]

La motivación es individual, la moral colectiva. Pero se entrecruzan sin cesar, puesto que el contagio puede estimular o sofocar la primera y la imitación puede elevar o reducir la segunda. Esto solo hace que las variaciones sean más azarosas, sus causas más esquivas. Los interrogadores que tanto se esforzaron en sondar las profundidades de la moral del enemigo —una empresa inimaginable solo una generación antes— podrían haber obtenido idénticos resultados de haber ponderado las inconsistencias de los suyos.[7]

Ellos no contaban, por supuesto, con la ayuda de la rica literatura sobre moral y motivación en el combate que los científicos sociales, los historiadores y el personal militar han generado a partir de la Segunda Guerra Mundial.[8] La codicia, el idealismo, la desesperación, el odio, el miedo, la presión del grupo y un



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