Valle inquietante by Anna Wiener

Valle inquietante by Anna Wiener

autor:Anna Wiener [Wiener, Anna]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2019-12-31T16:00:00+00:00


Ojeaba los emails de las empresas de selección y las ofertas de trabajo de la prensa como si fueran horóscopos, deteniéndome en los beneficios: salario competitivo, seguro dental y oftalmológico, plan de jubilación, gimnasio gratuito, almuerzo suministrado por la empresa, aparcamiento para bicis, viajes de esquí a Tahoe, excursiones a Napa, seminarios en Las Vegas, cerveza de barril, cerveza artesana de barril, kombucha de barril, degustaciones de vino, miércoles de whisky, barra libre los viernes, masajes en las oficinas, yoga en las oficinas, mesa de billar, mesa de ping-pong, robot de ping-pong, piscina de bolas, noche de juegos, cine-club semanal, karts, tirolinas. Las ofertas de trabajo eran el mejor lugar para empaparte de la idea de diversión que tenían los departamentos de recursos humanos y de la idea de conciliación entre vida y trabajo que tenía una persona de veintitrés años. A veces me olvidaba de que no estaba buscando unas colonias de verano. «Entorno personalizado: diseña tu estación de trabajo perfecta con el último grito en hardware». «Cambia el mundo que te rodea». «Trabajamos mucho, nos reímos mucho y nadie choca esos cinco como nosotros». «No somos una app social más». «No somos una herramienta de gestión de proyectos más». «No somos un servicio de reparto más».

Me corté el pelo. Pedí días de asuntos propios. Hice caso omiso de las miraditas de los comerciales cada vez que entraba en la oficina llevando algo más elegante que una camiseta y unos vaqueros.

Gracias a las visitas a mis clientes, sabía que las oficinas de las startups solían tener todas la misma pinta: muebles de imitación de estilo mid-century, paredes de ladrillo, bar de aperitivos, carrito de bebidas. Cuando los productos tecnológicos se proyectaban en el mundo físico, se convertían en una estética en sí mismos, como si insistieran en su propia realidad: la oficina de la plataforma para compartir vivienda reproducía con su decoración las habitaciones de las casas de invitados y de las segundas residencias de sus clientes; el vestíbulo de una startup de reservas hoteleras tenía un mostrador de recepción al que no le faltaba el timbre (pero sí el recepcionista); en las oficinas de una app de transporte compartido predominaban los mismos colores brillantes de la aplicación, incluso en el elegante vestíbulo de los ascensores. En una startup relacionada con los libros vi una pequeña y triste biblioteca, con los estantes medio vacíos, novelitas de bolsillo y manuales de programación caídos los unos sobre los otros; me recordó a la gente que se había vestido de Michael Jackson para asistir al funeral de Michael Jackson.

Una de las oficinas, la de la plataforma de blogs sin modelo de ingresos, me había resultado particularmente sexy —⁠algo que una oficina no debería ser⁠—, y me había acelerado mucho mucho el ritmo cardiaco. Tenía vistas de la ciudad en todas las direcciones, mullidos sofás biplaza de cuero, guitarras eléctricas enchufadas a amplificadores y aparadores de madera de teca con tiradores blancos. Parecía el loft del novio músico que yo me había imaginado que tendría a los veintidós años pero al que por alguna razón nunca había conocido.



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