Urdangarin. Un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos by Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta

Urdangarin. Un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos by Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta

autor:Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta [Urreiztieta, Eduardo Inda y Esteban]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Biografia
publicado: 2012-10-14T22:00:00+00:00


Capítulo 13

Entre el menudeo y el desahogo pasando por la avaricia pura y dura.

Cuando la discapacidad se utiliza para hacer dinero.

La tupida cabellera del marqués de San Saturnino y conde de Fontao, blanca como la nieve, se mantenía firme, como una cortina helada, en aquella calurosa reunión que precedió al verano de 2006. El aire era espeso y el ambiente se podía cortar con un cuchillo. Las miradas del abogado José Manuel Romero Moreno y las de Iñaki Urdangarin y Diego Torres se evitaban y al cruzarse provocaban violentas acometidas visuales. El también letrado Raimon Bergós seguía a lo suyo, ajeno al lenguaje gestual que se estaba desarrollando a su alrededor, y ultimaba todos los trámites para desposeer al duque de Palma de su condición de presidente del Instituto Nóos. Preparaba los impresos que debían ser aportados al registro de fundaciones con la nueva configuración de la directiva y dejaba todo listo para la salida del duque de Palma, la infanta Cristina y su secretario personal, Carlos García Revenga. Todo iba a quedar visto para sentencia a la espera de que los protagonistas estamparan sus respectivas firmas en las casillas correspondientes.

Era un mero trámite formal, pero el asesor real quiso dejarlo a punto cuanto antes para no tener que desplazarse de nuevo a Barcelona y eternizar las gestiones. Bergós estaba ensimismado, sumergido entre papeles, mientras Urdangarin y su socio comenzaron a intercambiarse miradas cómplices sin que hubiera mediado un solo elemento que justificara que se relajase el ambiente. La tensión inicial se diluyó y dio paso a una calma agradable, calma chicha, más bien.

La decisión transmitida por el embajador real la había aceptado la pareja a regañadientes. Pero ello no iba a alterar el resto de sus planes. De ahí que en medio de aquel incómodo encuentro, ambos se lanzaran una mueca cómplice. Como la de dos niños que, tras recibir un castigo, se confabulan para poner en marcha una nueva travesura puenteando al profe de turno. Se pararon a pensar un instante y se dieron cuenta de que lo que realmente les preocupaba no era lo que ya habían hablado con el emisario real, sino los planes que todavía tenían que abordar. Eso sí que no podía fallar bajo ningún concepto. Eso era lo que en realidad les inquietaba y debían amarrar a toda costa. Sin necesidad de intercambiarse una sola palabra, se dieron cuenta de que había llegado el momento de hacerlo. Y actuaron en consecuencia.

El conde de Fontao había recalcado que podían seguir haciendo lo que les viniese en gana. Siempre y cuando, eso sí, no apareciese Urdangarin como presidente. Pues muy bien. Hecha la ley, hecha la trampa. La pareja tomó la palabra a Romero Moreno, al que empezaron a lanzar sonrisas impostadas, y en un tono intencionadamente cómplice, Torres se dirigió al abogado y amigo personal del rey y le formuló una pregunta aparentemente inocente:

—No hay ningún problema en que sigamos creando fundaciones, ¿verdad?

—En absoluto, si se cumple la condición que hemos hablado no hay ningún problema.



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