Un señor de Barcelona by Josep Pla i Casadevall

Un señor de Barcelona by Josep Pla i Casadevall

autor:Josep Pla i Casadevall [Pla i Casadevall, Josep]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1944-12-31T16:00:00+00:00


La redacción de «La Publicidad». Los jóvenes bárbaros

La redacción de «La Publicidad» estaba instalada en la Rambla, conforme se baja, casi tocando la calle Nueva (Asalto). Era un entresuelo bajo de techo, al que se llegaba por una empinada y estrecha escalerilla. Detrás de la puerta de la calle había una pequeña taquilla para las suscripciones y los anuncios.

En el entresuelo, que era irrisorio, había una habitación casi toda ella ocupada por una larga mesa y un pequeño cuarto que servía de despacho al director, a la sazón don Eusebio Corominas. En el despacho del director había un retrato de don Emilio Castelar. El periódico era posibilista.

Sobre la mesa había tres o cuatro grandes tijeras —elemento esencial en aquel periódico— y unas obleas de diversos colores —amarillas, rojas, blancas— para pegar los papeles a las cuartillas.

En la redacción estaban los hermanos Corominas (Eusebio y Emilio), Junoy, Daniel Ortiz, que era muy gracioso y firmaba Dhoy, Miró y Folguera, Carlos Costa, José M.ª Jordá, Pascual, que era el crítico musical, Lletget y Manolo Planas. Los reporteros eran Paquito Aguirre y Luis Companys. Companys, en aquella época, era furiosamente anticatalanista. El fenómeno de la casa era Miró y Folguera. Lo sabía todo y era llamado el Diccionario Enciclopédico.

José M.ª Pascual y Carlos Costa iban siempre juntos. Eran amigos entrañables. Pascual era un hombre curioso: por poco que se descuidara se quedaba en todas partes dormido. Su tendencia al sueño era irresistible. Se dormía en el concierto, en el Liceo, en la redacción, en el tranvía. En un momento determinado pareció imposible que un hombre dominado por esta inevitable querencia pudiera tener algún amigo íntimo.

—Y sin embargo, son inseparables, siempre van juntos… —observó alguien.

—Es que Costa lo vela… —dijo Llanas muy serio.

Una de las personas asiduas a la tertulia de «La Publicidad» era Bonay. Bonay había sido muy rico. Luego se metió a anticuario y compró grandes cantidades de papel impreso. Un día invitó a casi todos los amigos a una gran cena, con champaña a todo pasto, en el Lyon d’Or.

—¿A qué viene esta invitación, amigo Bonay? —le preguntamos un poco sorprendidos—. ¿Ha hecho usted algún buen negocio?

—No, señor. Les he invitado para despedirme de ustedes. Estoy completamente arruinado. Tengo que cambiar de vida…

Luis Plandiura compró a Bonay su colección de impresos catalanes, que es valiosísima.

Bonay va unido en mi memoria al famoso asunto de la instalación en Barcelona de un horno crematorio. «La Publicidad» patrocinaba la idea. Publicaba artículo tras artículo a favor del horno. La opinión seguía el asunto con un creciente interés. Un día que en la redacción se hablaba del horno con apasionamiento, Bonay dijo:

—El horno, el horno… ¿qué quieren ustedes que les diga? Creo que en Barcelona, con el horno de San Jaime tenemos suficiente.

Esta frase un poco funambulesca y xarona de Bonay dio al traste con el horno crematorio y con la campaña emprendida.

Jordá tenía fama de fantasioso, de desorbitado y de tergiversar todo lo que explicaba.

—Jordá es incorregible, no tiene remedio —me dijo un día Llanas—.



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