Un océano para llegar a ti by Sandra Barneda

Un océano para llegar a ti by Sandra Barneda

autor:Sandra Barneda [Barneda, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-10-31T16:00:00+00:00


* * *

Se despertó en una camilla, dentro de un box. Las cortinas estaban echadas y le habían puesto una vía. Los párpados le pesaban tanto que le resultaba complicado enfocar. Movía la boca, revolviendo saliva y sintiendo la pastosidad de haber tomado algún tipo de calmante. Buscó a alguien a su alrededor, pero estaba sola. Sentía el cuerpo plomizo, era incapaz de moverse. Permaneció en ese estado de semiconsciencia hasta que la cortina del box se abrió y apareció Luis, que nada más percatarse de que se había despertado salió a avisar a los médicos.

—¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? Vuelvo en un segundo.

Antes de que Gabriele pudiera emitir un sonido, Luis ya había desaparecido. Al poco entró con una doctora que la saludó con voz fuerte y comenzó a tomarle la tensión y a auscultarla.

—¿Qué tal estamos? Mejor, por lo que veo…

Gabriele optó por mover la mano derecha extendida a un lado y al otro para indicar que seguía regular.

—Bueno, tranquila. Está todo bajo control —dijo la doctora—. Ya me han dicho que llevas una racha de mucho estrés emocional. Ha sido solo eso. Has tenido un cuadro intenso de ansiedad que ha provocado el desmayo y una bajada brusca de tensión. Te hemos colocado un calmante intravenoso. Puede que por eso te cueste enfocar la vista o incluso hablar con claridad. No te preocupes. En un par de horas estarás bien. Ahora es importante que te hidrates y estés tranquila, ¿vale? En un rato vuelvo a verte. Te dejo en buenas manos.

La médica se fue convencida de que había acertado en el guiño. Había tomado a Luis por la pareja de Gabriele. Los dos sonrieron. Gabriele por dentro, Luis por fuera. Estaban acostumbrados a que pensaran que eran pareja.

—¿Mi padre? —preguntó Gabriele con la voz débil.

—Tu padre se ha despertado. —Gabriele sintió que una burbuja de alivio explotaba en su interior—. Lo han subido a planta y parece que todo son buenas noticias. Está bien, aunque todavía hay que ser prudentes. Faltan unas pruebas que quieren hacerle.

Al oír a Luis, dejó caer todo el peso del cuerpo y cerró los ojos aliviada. Necesitaba descansar. Dormir un poco para recuperar fuerzas y subir a ver a su padre. Luis se quedó con ella, cogiéndole la mano, sentado frente a las cortinas que los separaban de otros enfermos, de pasos de extraños que llegaban o se marchaban. Luis cogió su móvil y en la frágil intimidad de aquel lugar buscó el contacto de su padre en WhatsApp. En toda la noche no se lo había quitado de la cabeza. Comenzó a escribirle: «Hola, papá. Soy Luis. Necesitaría…». Borró de inmediato: «Necesito…». Volvió a corregir: «Necesitamos vernos». Mantuvo unos segundos los ojos en el mensaje, con el dedo activo, dispuesto a enviarlo. Pero la cabeza volvió a vencer al impulso. Aquel mensaje se quedó en un intento más. Antes de cerrar el teléfono, le escribió a la Sole avisándola de que su sobrina había despertado y descansaba tranquila. Eran las tres y media de la madrugada.



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