Un largo atardecer by Sandra Brown

Un largo atardecer by Sandra Brown

autor:Sandra Brown [Brown, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1984-12-31T16:00:00+00:00


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El día de la Independencia amaneció claro y soleado. En el campamento se respiraba un ambiente expectante. Era un día festivo, dedicado al descanso de las duras horas de viaje, a cocinar golosinas, a reír, a la música y a la alegría. Si alguien gruñía que era una fiesta unionista, los murmullos eran prontamente acallados. Los estados del Sur habían conseguido la independencia del gobierno británico tanto como los del Norte. Después de largas semanas de viaje, los inmigrantes aprovecharían cualquier excusa para tomarse un descanso.

Mamá había convencido a Lydia para que comprara al buhonero suficiente tela dorada para hacerse un vestido. Lydia no sabía coser, pero con la ayuda de Mamá y un patrón prestado por la señora Rigsby, había confeccionado el vestido. Mamá le daba puntadas casi cada noche. A Lydia le sabía mal, pero Mamá insistió en que prefería pasar una velada tranquila cosiendo en el carro de los Coleman antes que padecer el caos que reinaba en el suyo. Por consiguiente, pese a las protestas de Lydia, el vestido estuvo terminado cuando llegó el momento de ponérselo.

Estaban acampados junto al río Ouachita. Como resultado de una primavera lluviosa, la campiña estaba verde, pese al calor del verano. Se permitió que las señoras utilizaran primero el río, así que, en cuanto terminaron las tareas matutinas, todas desfilaron hacia las orillas cubiertas de hierba con toallas y pastillas de jabón, para tomar uno de los pocos baños auténticos que habían disfrutado desde su partida.

Los festejos comenzaron al anochecer. Los hombres regresaron del río, después de bañarse por la tarde mientras las mujeres hacían la siesta. Algunos hombres estaban irreconocibles, con el cabello peinado hacia atrás, una corbata estrecha, una reluciente hebilla de cinturón, o unos tirantes reservados en exclusiva para los domingos. Las mujeres también habían añadido algunos adornos a su calicó y dedicado más esfuerzos al peinado.

Ross se había bañado en el río y vestía pantalones negros, camisa blanca y chaleco de terciopelo negro. En lugar de corbata, se había anudado al cuello un pañuelo. Se cepilló el pelo, pero no utilizó el aceite que se ponía la mayoría de los hombres. Reparó en que su cabello estaba largo de nuevo. Tendría que pedir a Lydia que se lo cortara…

Se enderezó y contempló el cepillo que sujetaba en la mano, como si no reconociera el objeto ni al hombre que lo sostenía. Con qué facilidad acudía a su mente el nombre de ella, mientras que raras veces se acordaba del de Victoria. Se le antojaba de lo más natural pedirle que volviera a cortarle el cabello, una intimidad habitual entre un hombre y una mujer que vivían juntos. ¡Maldición!

—¿Estás preparada, Lydia? —gritó.

La joven se inspeccionó en el espejo, se humedeció los labios y se pellizcó las mejillas, como Mamá había aconsejado. Se había vestido con la ayuda de Mamá y Anabeth, mientras Marynell y Atlanta se encargaban de Lee.

Lydia pasó las manos sobre la falda para convencerse de que era real. Habían cosido



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