Un hombre ideal by Elizabeth Bevarly

Un hombre ideal by Elizabeth Bevarly

autor:Elizabeth Bevarly
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1998-12-31T23:00:00+00:00


Capítulo 7

Kirby no se preocupó demasiado por la forma en que la miraba James. Lo hacía como si fuera el gato más travieso de los tejados y ella una gatita de angora olvidada fuera de casa en un día de lluvia, pensó.

—Así que… arruinar mi reputación… —se ruborizó—. ¿Era eso lo que tratabas de hacer hace un momento?

—Sí, bueno —contestó James dando unos pasos hacia adelante—, pero el resultado no ha sido muy concluyente, ¿no crees? Además no lo hemos hecho en público. De ahora en adelante se impone hacer demostraciones públicas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella sin comprender.

—Quiero decir que si tenemos que arruinar tu reputación, y créeme, Kirby, lo vamos a hacer bien, entonces tendremos que asegurarnos de que todos los hombres de Endicott se enteran de que la inmaculada flor conocida con el nombre de Kirby Connaught ha sido finalmente deshojada.

En aquella ocasión en lugar de ruborizarse Kirby se puso pálida.

—¿Pero vas a… deshojarme?

—No a menos que tú lo quieras —sonrió James—. Ni a menos que tú me lo pidas por favor. En realidad lo que queremos es que los hombres de Endicott lo crean, que crean que ha ocurrido de verdad, y cuantas más veces mejor. En cuanto piensen que alguien ha hecho el trabajo sucio, con perdón, se pondrán en fila para participar en la acción.

—¿Tú crees?

—Te lo aseguro, es típico de los hombres.

—Pero esa forma de hablar… da la sensación de que los hombres son… rastreros, demasiado fáciles.

—Bueno, si eres su tipo…

—No sé… —contestó Kirby dubitativa.

Cada vez le gustaba menos el giro que iba tomando la conversación. De pronto la idea de seducir a un hombre de su propia ciudad le parecía menos atractiva que al principio, antes de que James se involucrara en ello. Kirby trató de convencerse de que la única causa de todo ello era la rastrera y animal imagen que él le estaba pintando de los hombres. ¿Quería realmente mantener relaciones íntimas con semejante especie?, se preguntó. Lo que una vez había sido su más ardiente deseo de pronto dejaba de serlo.

—¿De verdad crees que es absolutamente necesario arruinar mi reputación?

—Es esencial —asintió James.

—Pues… no sé…

James pensaba básicamente lo mismo que Angie y Rosemary, reflexionó, pero a pesar de todo necesitaba tiempo antes de contestar. ¿Qué era lo que acababa de ocurrir entre ellos dos?, se preguntó. El se había acercado para borrarle la pintura de labios, y de pronto ambos habían comprado un billete de ida hacia la mágica tierra de Erótica. Nunca había tenido una experiencia así, se dijo, nunca hubiera imaginado el calor, la pasión, el deseo que un cuerpo y un cerebro humano podían generar con sólo un ligero contacto. Aquello había sido como una explosión, recapacitó, y si ése era el resultado de un par de besos, ¿qué ocurriría si…? De pronto Kirby necesitaba desesperadamente averiguarlo.

—La elección es tuya, Kirby —escuchó a James.

Kirby se volvió hacia él. James había sido una persona fácil de interpretar hasta ese momento, se dijo. No había ocultado sus opiniones, sus pensamientos.



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